martes, 20 de julio de 2010

DESAYUNO

Desde el café buscas que el poema te abra su puerta,
te diga qué será de todo, qué rumbo sigues, el nombre
de la muchacha que tan cerca te miró a los ojos,
y su mirada era un país extraño,
y un básamo inacabable.
No sabes si encontrarás alguna respuesta. Quizás
estaba en el rumor de sus últimos pasos, o en su forma
de caminar por la plaza al marcharse, que no te supo interrogar;
y en la desganada costumbre que caía lenta, empapando
viejos sueños y fantasmas. Bien lo sabes: que todo pasa
tan deprisa que no nos damos cuenta de que pasa.
A menudo queda el reflejo de quien se marcha, el rastro
de la respuesta que estuviste a punto de encontrar
y se te escapó sin remedio, como el bullicio de fondo,
por entre las briznas y los versos.

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