sábado, 7 de mayo de 2011

Magia

Se cerciora uno de que tiene tu sonrisa al alcance. Es hermosa y se agradece. Bajo las escaleras y salgo a la calle, como siempre, en silencio. Permanezco unos minutos pensando en un posible poema. Entro entonces en el café donde, bajo la piel, uno se siente Baudelaire. Vuelvo a escribir, a buscar los últimos abrazos. Fuera, solamente la vida, transeúntes que pasan tibiamente. Los poemas siempre son iguales, y nunca se parecen unos a otros. He sacado algunos libros y he trabajado un rato. Dos horas. Media hora de creación y el resto para todo lo demás. Pienso en ti sin saber a ciencia cierta si te gustará. Te lo enseño después, y me llamas "mago". No sé, poco a poco mi ilusión malhumorada se transforma en alegría y serenidad. Se me ocurre un posible borrador para un poema sobre un anuncio por palabras. Las mañanas de La Corte son el territorio de la nostalgia y de la soledad. Dice así: "Busco un café pacífico, / amigos con alguna lealtad / -sin hora de regreso- / que esperen al doblar el mundo..." Pero ese ya, es otro cantar.


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