domingo, 15 de mayo de 2011

La buena compañía

En las noches de lluvia,
tus ojos tienen forma de ciudad.

Tengo que ser memoria
porque estas calles me sonríen cómplices,
son el itinerario de nuestra soledad
y su tormenta es el idioma
del viajero.

Tengo que perseguir París
como un diario al descubierto,
porque el cielo es un día de diciembre,
amor de ti,
y sus luces están vilo,
civilizadas.

Porque ayer mis oídos escucharon la música
de la felicidad sin pretensiones,
en una vieja mesa de café.

Tengo que decir claridad,
mis barcos están llenos de Astillero
cuando la niebla cae,
de nuevo con tristeza,
entre mis dedos.

Yo busco los momentos bellamente sentidos
que no conocen la prudencia,
y sé de esos abrazos reincidentes
que vienen de otra edad o de otro sueño.

Pero no tengo que quedarme,
las sombras de lo incierto me interrogan,
y aparecen mis dudas relativas,
y algunos labios con futuro.

El amor no es el mismo, ni aun trayéndolo
de forma descentrada, como rompen
las olas a lo largo de un verano.

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