martes, 17 de julio de 2012

Tú y yo en Ponferrada

Sensación extraña de deambular / caminar por las calles como en un cuento en el que inventamos cosas, y en ese plan. Pero la vida no es como en un cuento ni tampoco un poema aunque soñemos muchas cosas. Es un movimiento perpetuo, se decía Monterroso, hablador y anunciante. Hoy me siento bien, un Julio Llamazares que mira y admira la Catedral por sobre el fondo del agua de un charco, que no sorteo. Releo estas líneas: "Era como si la Catedral se hubiera dado la vuelta, como si, de repente, se hubiese inundado de agua y las vidrieras se reflejaran en ella como los árboles en el río cuando en verano nos íbamos a bañar". Me hago mucho Llamazares, mucho. Sus aguas del olvido están hechas a mi medida. La memoria se baña entonces en las aguas que hemos vivido hace ya quince años. Mi patria es mi infancia. Y tu ausencia hiela mientras todo te nombra, y aspiro a ser Hamlet, o el joven Werther, o Don Quijote, o David Coperfield, a ser otro en otros paisajes y horizontes más amables, a estar contigo en Ponferrada, solos tú y yo, atreviéndonos a alzar la voz y a compartir los sueños. Promesas de un mundo mejor.

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