La escena me araña los pulmones. 
El tren se extravía
sin llegar a nuestra cita, en el Llano. 
Pero no se lleva las ganas de buscarte
como luciérnaga inquieta.
De pronto, saludo al nuevo día. 
Perezoso bostezo
y soy la estela del primer rayo. 
He despertado y me esfumo de los malos sueños 
mientras el mundo tiembla. 
Hoy es siempre todavía,
y lo sé bien.
Desaparezco como el explorador 
que avanza y llega al fin, hasta ti, 
como Ulises tan al borde de tus ojos,
con su archivo de mejores gestos y palabras. 
Y entonces uno se siente menos solo.
Ya estás aquí y el dinosaurio se marcha. 
Seguimos soñando.
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