jueves, 5 de julio de 2012

Aún no es tarde

Comienza un nuevo día.

No llueve. La ciudad bosteza.

Voces en fuga

en el café que siempre habito.

Me miro en el espejo, ése

en el que la infancia, que era la patria,

se aleja lentamente.



Pienso en ti llenándolo todo,

en un abrazo nuevo, en nuestro café pendiente.

Escribo: somos los rostros que dejamos atrás,

el viejo Instituto, la carretera de Galicia

que nos acerca a casa,

vistiendo otros cuerpos.

Tropiezo con tu luz de supernova,

con tus ojos insomnes.



No sé qué decirte,

entre tanto estrépito de olvido.

Hay mucho ruido en el exterior.

Soy un hombre que anhela tu sonrisa,

febril y deseada, como anhelo el futuro

que me llama con tu voz.



Me visto con ropa de calle,

a veces la distancia puede ser hermosa

pues encierra un aprendizaje

con pisadas alejándose en la plaza.

Los días pasan como trenes descarrilándose,

que sueñan con el viaje, con nuestro encuentro

encerrado en tus pupilas.



Como soy dado a la sentimentalidad

diré que, cuando regreses,

comenzará otro nuevo día,

el tráfico detendrá su marcha implacable

igual que el mundo.

Te contaré entonces que fue de mí

y de los recuerdos que duermen en mi vientre,

mientras cae la tarde cálida,

las ganas de verte.

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