lunes, 2 de julio de 2012

Curso de soledad

Empiezo el día con Mario Benedetti, quien dijo esto que aquí ofrezco: "Cuando sentimos nostalgia del presente, sabemos que ahí no tienen cabida quienes lo falsean". Pero sí quienes lo hacen veraz, anunciante, claro, pienso para mí. Así las cosas me pierdo entre las calles tratando de buscar un banco en que pagar mis deudas, mi título horizontal y espléndido. Me rescato después, medianamente lúcido, e imagino que me las arreglo con muy poco (o más bien mucho): ver a Patricia Costales a quien adoro y admiro, antes de que me adore y admire ella a mí, porque es entrañable y real. Salir a pasear muy temprano, con la ciudad aún por despertar, con pasos sinceros y abandonados, rey y mendigo de mis propios sentimientos. Charlar de esto y de lo otro con otra Patricia (esta vez GR), de huidas y futuros perfectos, pues mañana no será lo que Dios quiera. Ser fiel a uno mismo y a su propio traje.  "Somos nuestro nombre", que dijera Umbral. Yo soy Miguel Ángel Gómez pero voy de look garciamonteriano. Resucito todos los días escribiendo un aforismo de casa de barrer, un poema-canción, una entrada de diario, un libro, cosas que me dan cicatrices y conversación, proximidad y enseñanza,  nostalgia y memoria, aunque todos me ganen el cuponazo del Asturias Joven porque son candidatos a tertulia (que al personal le gustan los tertulianos). Soy como el poeta / submarinista del que hablaba Ángel González, buceo debajo de las cosas, emerjo desde el fondo de las mesas, y cuando llegue al mes de enero tendrán que hacerme la respiración boca a boca. Me arreglo con algunas cosas: soñar paraísos intactos. Un mensaje desde Cantabria que a mí me transporta a cualquier lugar. Me resulta imposible terminar el día sin admitir que uno aspiraba a diplomarse en un curso / máster de soledad pero resulta que, finalmente, se ha diplomado en miradas colectivas en tiempos difíciles para la lírica del café. Y eso ya es suficiente.


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