sábado, 7 de julio de 2012

En la silla vacía se sienta tu recuerdo

Días intensos estos que sobrellevamos como podemos, con tus mensajes que me llenan de luciérnagas. Quedan por vestir nuevos poemas. Te echo de menos, maldita sea. La ciudad es nuestra vestida con otros cuerpos, pero no peores. Establezco un diálogo con los lectores. Caigo en la cuenta de la heroicidad que supone vivir. La vida es esperar nuestro encuentro, que araña mi pecho, lleno de incertidumbre. No quiero conjugar los sueños en futuro. No es tarde aunque te retrases. Decía Cela, ya sabes, que cuando empezamos a no entender hasta qué punto merece la pena andar por la calle, subir al autobús, frecuentar la cervecería, estamos empezando a bordear el límite de saturación. Si nos percatamos a tiempo, podemos huir de la muerte, de la locura, de la inmensa soledad. Guardo en un pañuelo tu sonrisa tan de Hotel, escapando de la muerte, de la locura, de la inmensa soledad, que es un río que redondea las piedras que arrastra hacia el olvido. Perdona que hoy, definitivamente, aprenda a sintetizar, ahora que me abrigan mundos mejores, los planes por cumplir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario