lunes, 14 de mayo de 2012

Áspero miedo

Es mayo y las calles están vacías, con una certeza impertinente. Trato de ordenar algunos papeles, y termino mi investigación sobre el miedo. "La lectura no mancha, no va vestida de uniforme. Cuando un buen alumno se acerca a la lectura, o interviene en el aula, lo que sucede es que indaga en su entorno para instalarse en la realidad". Recupero luego mis rutinas de siempre, cuando te soñaba. Una mañana descalza. Voy en el tren de cercanías que parece un arca de Noé, un tren lento que para en todas las estaciones. En silencio, aparentemente fuera del ruido, observo a los pasajeros, compañeros cricunspectos del viaje. Se bajan algunas personas. Otro libro más. Esta vez releo el Diario (1932-1987), de Miguel Torga. Hay en él mucho de literatura. Tomo nota: "A lo mejor soy yo en parte el responsable de mi tristeza. En cuanto suelto una carcajada, se apodera de mí tal miedo a una posible desgracia, que enseguida me pongo a suspirar". Enseguida me pongo a suspirar. Confieso que me gusta esta ciudad que está detenida en el tiempo y le hace a uno detenerse en sí mismo. Le hace estar aquí y en otro lugar, con tu sonrisa, en una playa del sur. Qué sé yo. Las calles están vacías. Todas las plazas te esperan. Los miedos no son graves, siempre y cuando no nos nos paralicen. "Tenemos miedo pues amamos", decía Ismael Serrano, "con la voluntad voraz del que se sabe perdido sin la paz de tus abrazos, sin la analgesia dulce de la espera que antecede a tu llegada de algún viaje, promesa segura de saberse a salvo de los miedos y el reproche".

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