viernes, 18 de mayo de 2012

Arden

Arden los bosques en el Bierzo y en mi pecho tu sonrisa. Unos niños corren tras la pelota, y mis sienes corren tras ellos por cualquier resquicio. El mundo solo empieza a estar claro con uno mismo.

Arde mi trabajo fin de máster y arde mi novela. Permanezco, oreado y aireado, atento a la realidad. Somos nómadas de movimiento en movimiento, rehenes del miedo y de la urgencia. Transito el recuerdo de estos días lluviosos y quebradizos.

Paseo mis soledades de poeta por la ciudad, me subo a la copa de los árboles del Parque San Francisco. Arde mi agradecimiento. Y arde tu mirada a la que le suena el ruido de mi escritura, a estas alturas. Son tiempos difíciles. Arden tu ausencia, el coste de la vida, y las escombreras de la infancia. Pero a lo que íbamos. Arden los bosques en el Bierzo; y en mi pecho, a simple vista, tu sonrisa. Ardo yo mismo con el vértigo del tiempo llamándome a voces, llenándome de nostalgia y de melancolía.

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