martes, 23 de noviembre de 2010

Otro día

Desde los ventanales del café La Corte me pongo a mirar el tumulto de la ciudad, tan antigua como encantadora. Las calles comienzan a abarrotarse y el tráfico de la calle Uría me trae de nuevo a nuestra Gran Vía de Bilbao. Parece que algunas calles, por intensas, nunca nos han abandonado. Luego inevitablemente miro aquello que da encanto a la vida, que la enamora: prisas, ansiedades, vergüenzas, impacientes soledades, inalcanzables utopías. Pienso en la gente y me doy cuenta de que están todos de fiesta, que la vida es una fiesta maravillosa, en la que se cantan y se bailan las mismas añoranzas, como las del viejo París que cantó Hemingway. Pasa otro día, saboreo su aroma que trepa a mi memoria, tratando de buscar afanosamente el hilo de Ariadna para hacer más llevadera esta realidad de crisis y lucha.

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