miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sesión continua

Un buen día decidí, inapelable a la par que categóricamente, quedar con una muchacha para ir al cine. Poseía una gran belleza que dejaba sin aliento. Su perfección y su belleza recordaban a las de una estatua.
Entramos a ver una película dirigida por Fritz Lang. Era de esas pelis antiguas, saben, de ésas en blanco y negro en que hay muchos tiros y mucha intriga.
Pero por desgracia antes del final se estropeó la cinta. Entonces prendieron de súbito las luces de la sala —éramos muy pocos los asistentes—. —No es culpa de ellos—pensé. Apareció un hombre que, sin apresurarse, nos contó el final de la película “por razones técnicas”, nos dijo.
Salimos a la calle. Pese a todo me sentía feliz, y tras una breve reflexión, sugerí con timidez:
—¿Tomamos algo?. Pero no me respondió.
Acto seguido se apagaron las luces de las farolas en la calle incierta. Ella desapareció huyendo hacia Dios sabe dónde. Y una voz de ultratumba vino sin prisas a explicarme lo que uno, al fin y al cabo, ya temía...

4 comentarios:

  1. Tremendo final!!

    Aunque he de reconocerte que ese "acto seguido se apagaron las luces de las farolas..."
    creó en mí cierta sensación esperanzadora.

    Quizá sea un final alternativo para una historia alternativa.

    Muy buen trabajo ;)

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  2. Aunque no estoy muy seguro. No sé si esa voz de ultratumba pueda ser la muerte que nos lleva, o simplemente la voz de una dulce Casandra que pronostica, sin prisas, que todo amor es efímero...Lo dejo abierto... Gracias por tu sensación y presencia esperenzadora...

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  3. Yo me quedo con la segunda opción, si me permites ;)


    P.D. Aquí está el segundo comentario jajaja

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  4. Te permito. Yo también me quedo con la segunda opción, es mucho más sana...

    P.D. Y gracias por este segundo comentario, tan pequeño como luminoso.

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