miércoles, 14 de marzo de 2012

El sueño prosigue

Me gusta la ciudad luminosa en un invierno largo como éste, e inmisericorde. Sobreviviremos a la crisis y a los atascos imposibles. La belleza es eterna, serena, fija, se decía Umbral. Lo que la hace convulsa somos nosotros. Por eso yo procuro no andar despistado, sino mirar alrededor. Colecciono tejados, algunas calles, tu mirada que me embriaga y me araña llena de sombras. Tú no eres Wendy ni yo soy Peter Pan. Y todo acaba en madurez y melancolía (aunque siempre somos jóvenes). Una buena amiga mía me dice que quién pudiera recuperar la infancia. Pero que no todo está perdido, que siempre crecemos hacia el pasado. ¿Cuántas veces habré hablado de la infancia? Vuelvo a hacerlo esta tarde mientras la calle se quema en tu ausencia y te echo de menos. Pero a lo que vamos. Me recupero de las fiebres y la tos aún me acompaña leal. Me persiguen también la realidad de nuestras charlas y mis dudas tiritan sobre el reloj. Leído Las nubes por dentro, de Andrés Trapiello. Acudo entonces a los libros de Mario Benedetti. En uno titulado Vivir adrede puedo leer: "Las cosas que nos faltan, cuántas cosas. Las que quedaron en el camino o nunca accedieron a él. Quien más, quien menos, todos llevamos una filatelia de las ausencias". Muero de ganas de tomar algo contigo, heridos de vida. Y hasta de que me invites a mudarme a un café o a una isla desierta. La memoria debilita los corazones. Y, a veces, me siento como el Peter Pan que grita tu nombre y vuela en mitad de un cielo embravecido, pequeño y libre. Aún está la ceniza suspendida en el firmamento. Pero seguimos. El sueño prosigue. En esa búsqueda estamos.

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