Suerte de anhelo nuestros pasos, mi mirada
descalza, sobrevive por encima
del embate de kilómetros y de truenos
que nos separan a menudo. No he de quejarme.
Se va noviembre y te escribo, tan otoño,
de un lado para otro, porque Gijón
retrata en las olas de la playa de San Lorenzo
tu pelo de arena
donde la vida se resuelve, ése
en el que navego sin nada qué hacer o decir.
Las aguas fluyen en el Ébano, como los acertijos,
fluye la sangre de los corazones
partidos por esta crisis cruel
que trata de corromper nuestro carácter,
y recuerdo tu voz, que ahuyenta todos los miedos.
Todas las mañanas son las primeras
cuando persiguen tu perfume amable
que dibuja el lugar del espejismo
donde me siento a salvo.
El té está listo, y aquí estamos. Se va noviembre,
con su terca verdad,
soñando caballos azules como Lorca
o madrugadas eternas. Seguimos en el viaje
que es dulce y luminoso en tu sonrisa que centellea,
como un pequeño milagro de poder hipnótico.
Aún es noviembre, aunque ya termina,
y yo medito estas líneas que aún no te he escrito
tras esta tempestad, que me trae tu calma,
donde tú y yo nos encontramos.
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