lunes, 19 de noviembre de 2012

Más allá de los sueños



(Por la mañana). A veces me da por leer algunos libros de Paul Auster. En cuanto abro uno nuevo guardo sus frases interesantes en un pañuelo. "Para escribir sobre mí mismo tenía que tratarme como si fuera otro". "La realidad es mucho más misteriosa de lo que estamos dispuestos a creer". "He vivido años con la idea de un libro antes de escribirlo". "El azar es parte de la realidad". Cierro el libro que dejo en la mesita. Me sorprende ver en Paul Auster alguna de mis preocupaciones de posteridad. Ya las tiene en sus novelas. Hay obras que nos dan la espalda, miran a otro lado. No quieren encontrarse con nuestra mirada. No ocurre así con las novelas de Paul Auster. Pienso entonces en mi novela en marcha. Aquella que según Max, su protagonista, me hará pasarme ocho horas al día buscando palabras a ciencia cierta; mejor aún, palabras permanentes en el suelo, alicaídas, para supongo no apartarme de mi propósito. Recuerdo así las palabras de Ainara, no hace tanto: -¿Tu novela se parecerá a la peli de ese actor bajito? -¿Más allá de los sueños? -Sí, esa. -Puede que sí, le digo yo. Uno siempre tuvo algo de Chris Nielson, a uno le dio a veces por navegar los cuadros pintados y volar por los aires como el eterno Peter Pan. Uno también sería capaz de abandonar el cielo por el infierno con tal de estar al lado de Annie. Así están las cosas. Las cosas que se condensan y adensan. Los espejos aún me reflejan y el hotel de mi novela abre sus puertas. Mi novela tiene mucho que pintar. Quiero pintar mucho mi novela.

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