Preparo la mudanza, hago las maletas
tomado por los fantasmas
impecables
que habitan la casa y cada vacío.
No sé qué decirte. No es el mejor momento.
Hago planes y escribo poemas,
soñando con las manos de Kip Winger o Susanna Hoffs,
en este estrépito de crisis financiera
y maldiciones, en que aún nos atrevemos a soñar.
El caso es que me siento a salvo
cuando el mundo se detiene
en el leve surco de tu mirada.
No sé qué decirte.
Emprenderé nuevas huidas. Seguiré vivo
haciendo propósito de mejorar
mientras el mundo se derrumba.
Tras esta tempestad, vendrá la calma.
Pero lo cierto es que
no sé qué decirte mientras te escribo
-ya son casi las doce de la noche-
siendo viernes y casi invierno,
brindando por el instante
en que recuerdo qué es vivir.
Y no sé qué decirte.
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