es distinto del que te cuentan.
Y yo, ya sabes,
no creo en el destino.
Imagino que naufrago
en tus labios
en el túnel de la noche.
Es verdad: tu rostro está por las nubes,
y quién lo ata. Miro el reloj.
Reviso tus huellas de red social
mientras hago balance indispensable.
Joder, hermosa palabra Balance,
allá en el olvido de un hotel
o de un secreto.
Es verdad, somos gente solitaria,
a menudo, rehén del miedo y de la crisis
en estos tiempos de melancolía.
Reparo en los detalles
en los que se resuelve el mundo,
robo como Prometeo una llama
a mi esperanza de verte en Avilés o Ponferrada.
Es verdad que tu imagen
sigue viva
incluso después del sueño
en que detengo lo fugaz, lo instantáneo,
y fijo la vista en tu sonrisa.
En el Café de los recuerdos
nunca es tarde para desearte
a pesar de los años. O quizá por eso.
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