lunes, 31 de diciembre de 2012

Próxima estación

Siempre pesan las entradas a los próximos trenes, para bien o para mal. Se va el 2012 sin sentir vergüenza. Da igual. Hay que tener el arte de saber a qué te subes y cómo te pueden cambiar las cosas, pero sin miedos que nos paralicen o atemoricen, sin asustarnos como se asustan las palomas en el parque. "¿Va usted a coger el tren?", me dice esta mañana una señora, errante de sabiduría,disimulada, voluntariosa, perdurable. "No, señora. Este tren se va a Ningún Sitio". Yo espero a Alicia, le cedo mi sitio a otro, tarareo una canción. Ella hace la vida eterna en cinco minutos. Quiere decirse que hay que saber parar y bajarse a tiempo, sentarte en el andén y esperar otro tren. Elegir tu asiento y a tu acompañante de viajes. Y es que hay trenes que vienen de ninguna parte y descarrilan en ningún sitio. Yo tengo tiempo de esperar el mío con premura, tesón... mientras pasan trenes como relámpagos, otros de puntillitas, pero mis horarios, te lo juro, los tengo controlados. No sé si me explico. Abandónense a su instinto, conozcan lugares desconocidos. Yo aún no me subo, he de comprar unas flores y echar en falta el color de tu jazmín. Tengo que escribir la novela tras este año de rumores y de titulares. Pero si me lo permiten, me lo voy a permitir, rechacen lo irrechazable, propónganse exclusivamente, exhaustivamente no dejarse llevar por la facilidad y la inercia, esperar su tren oportuno, apresurándose despacio. "¿No va a coger usted este tren?"... "¿Otra vez?... señora, de verdad, no insista, yo voy a esperar". Sí, esperaré a Alicia, en el silencio de mis silencios. El tren de Alicia. Alicia al fin.

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