me tropecé
con tu rostro
de esencia,
que no tiene precio.
Él nada y pasa
y me quedo mirándolo.
Ya ves qué tontería.
Me desprendí de cosas,
entre tanto atasco,
y recogí las píldoras de aire
con la promesa de quien se sabe a salvo.
Tú traes soluciones a problemas
sin sumergirte en otros nuevos. Pero a lo que íbamos.
Eres fleco del viento en días de siempre.
Me compras el alma y yo te la vendo
en este otoño, tuyo y mío,
en que la derrota puede ser hermosa.
Ama de mar, de tienda y de belleza. Somos quienes somos.
Cuando embalamos los ratos,
los abrimos en el breve hueco de la distancia.
Tienes emociones, miradas que envuelven páginas.
Tienes mis silencios favoritos. Simplemente eso.
Yo siempre digo que tu belleza es humana
y tu ausencia es un desmayo, porque todo lo llenas,
porque haces el mundo eterno en cinco minutos
sembrando jazmines en los días largos.
Hoy regresé a ti, aunque quizá nunca me fui,
la vida es tan verdad como tus manos
conduciendo en el asfalto, que cura mi ruta,
la luna radiante de mi sueño, tanto naufragio.
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