miércoles, 12 de diciembre de 2012

La realidad o el deseo

Ser libre empieza por uno mismo. No se puede renunciar a la propia identidad de uno. Confieso que soy yo el que tiene que decidir hasta dónde llega o no una página, el que tiene que descubrirse a sí mismo, ponerse en la piel pacífica del otro. Sería difícil que yo fuese yo, por entonces, como por ahora, la misma persona que se pierde en bares-lugares desconocidos, que se bebe sus Heineken más tuyas, o se ríe contigo, si faltara a mi autenticidad como ser humano. Conviene tener en cuenta que los amores pasados se van olvidando, es bueno hablar de ellos, como vivir sin ellos. Hemos de buscarles silla en la memoria para intentar dar paso a nuevas ilusiones o a otros amores. El deseo ha de transformar y afectar a la realidad. Se nos olvida con frecuencia la sinceridad de un sentimiento, la patria de una incertidumbre o la alegría de una seducción. Parecemos confusos, desmemoriados, etcétera. La metáfora amiga / enemiga es una maldición que resta sentido al interrogatorio de la realidad. Y he aquí que hay que buscar el equilibrio entre lo que uno es, como un ser independiente. No es raro que a veces sea mejor saber ver las cosas antes de que sea tarde e intentar bombardear hasta límites muy dañinos la felicidad de dos almas. Creo en el deseo pero a veces se estrella, con un pudor discreto, en la realidad de los juegos de palabras. Las palabras se llenan de un calor de invierno. Las miradas están en su sitio como las calles que van a dar a la playa de San Lorenzo, o a tu pelo de arena, pero hasta las malas apuestas personales se convierten en tristeza con el paso de los años. Lo perdido o lo que no fue está a veces más presente que lo que fue. Quisiera ser hablador y anunciante, exiliado en trance de desierto. Las palabras persiguen a la veracidad que soy. Estoy machacando al cerebro para buscar mi barrio / dormitorio, la pócima que me salve de las redes sociales y del sistema falsificador. Este intenta aterrorizarnos mediante el miedo. Si estoy aislado, solitario, uno de mis trayectos preferidos es el idioma. El caso es que es diciembre y el futuro es quedar para mañana o anclarse a todos los efectos en el pasado más remoto. Las fotos y los semáforos que palpitan ayudarán a entender mi despedida, en mi afán de fidelidad. Abro de nuevo mi cuaderno. No hay historias imposibles. Te invito a un café. Gijón se deshace en la lluvia y la plaza te espera. Tal vez nos marchamos del Ébano o del Tenampa pero, como dijo el poeta, quién sabe, "queda una luz, un grifo abierto, la sombra de una puerta mal cerrada".

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