lunes, 8 de octubre de 2012

El derecho a mi delirio

Regreso a mis atardeceres-lugares, que habito sin ortigas ni olvidos. En tu ausencia sé que las cosas irán bien. Trabajo la novela a ras de sueño recordando las promesas que me hice siendo un crío. Aún soy, de alguna forma, un Peter Pan pendiente de tus gestos. El mar no se retira y su mirada no se toca. Leo en André Maurois: "¿Qué va a sobrevenir? ¿El fin del mundo o al menos de nuestro mundo? ¿La destrucción de la humanidad, anunciada por Wells?". Son demasiadas cosas: la esperanza, los poemas, las oposiciones vestidas de Celestina. No todas las derrotas son feas. Velamos a septiembre. Bienvenido, otoño. Arde la vida como arden mis ganas de verte, que se cuelan por las ventanas. Te esperaré, nombrándote en la tarde que se apaga, con el derecho a mi delirio. Seguimos soñando.

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