jueves, 24 de enero de 2013

Invitación de último minuto

Una cosa que hay que hacer siempre al iniciar un invierno es pasarse una hora en el café La Corte, para detener el reloj, o cuando menos tres cuartos de hora. Ya que todo está igual en este imperfecto Universo en que vivimos y lo único que hace la política impertinente es continuar con la crisis, vámonos a La Corte, ola natural de mi ánimo, donde el frío no llega ni el peso de los años. "Qué nos espera / si nieva en la memoria / de quienes fuimos" escribí no hace tanto. Vayamos a La Corte vestidos de mayo. Es saludable brindar por un recuerdo verdadero o falso sin que sepamos muy bien cómo, solemnizar cada momento. También lo es, según el grado de cercanía, brindar por la otra orilla y la ciudad baja. Por la tempestad del viajero y las memorias de un desmemoriado. Vamos, pequeña, a La Corte, vestidos de madrugada, a defender cosas indefendibles y, al cabo de unas horas, los pensamientos se cerrarán como una trampilla. Somos los alrededores de La Corte, la novela que vamos escribiendo al aire e inconjugable. Vámonos a La Corte al fin arbitrarios, geniales, tiernos, relojeros, débiles, triunfantes y arriesgados.

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