lunes, 4 de febrero de 2013

Tu regreso

En medio del deterioro de una amistad, ¿qué significa una mirada al recuerdo? El río borra a veces los rostros en lista de espera. «Cuándo quedamos», susurra el futuro en mañanas de febrero barroco, de sol y viento. O sea, ni frío ni calor. Así estamos. Te lo dije una vez: "Yo, Alicia, es que prefiero cuando regreses". Avenida de Cantabria, uno se esfuerza con los cinco sentidos en ver lo invisible, aquello que dé al corazón un calor verdadero, en levantar los ojos para mirar a las aguas del río del ayer a la cara. «Cuándo quedamos», dice el futuro exhausto. Pero llueve sobre mojado y ya nos han contado todos los cuentos que planean en uno como un gramófono anticipado. Como es lógico, es angustioso saber que a veces, tras las aguas de un río, lo que espera es el olvido canalla y su cólera. Hay amistades que nos parecen igual de guapas, con en el peso de los años, pero la vida las llena de sueños confusos. Hay amistades que tienen días de cuchillo, una espada de rebeldía. Pero hay más, hay otras de altas temperaturas en las que comprender es olvidarse de amar. Y amar es haber amado. La dejadez atronadora convierte entonces la actitud en metáfora del sentimiento de soledad. Cuando me distraigo, veo claramente. Si te distancias como mera tiniebla, brindaré por el silencio efervescente que cierra todas las puertas. Así se van los días. Y todo depende de los intereses creados de cada cual. Por eso no conviene desentenderse de las decisiones personales de cada uno. Importa más mirarse a los ojos. Aunque es difícil, es un recurso imprescindible. «Cuándo quedamos» susurra el eco restallante de nuestro futuro imperfecto. «Cuando regreses, Alicia, como el agua a las márgenes del río del recuerdo».

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