jueves, 3 de enero de 2013

Un mal sueño

En sueños me encontré una muchacha alta, indiferente, secreta, atrozmente invernal que se encaminaba hacia mí. De pronto, intenso y breve, su rostro estaba cerca del de Nicole Kidman y, durante los siguientes nueve minutos y medio, sus facciones se transformaron en las de Cristina Rosenvinge. Era un mundo aparte. Se creía una persona / personalidad. Comenzó a recitarme, para atención del personal, lo que, según me dijo, eran unos versos míos que discretamente le había dedicado tiempo atrás: "Tu rostro no es tu rostro / es un beso que llega del pasado. / Escribo para que me leas, / para despertar cierto interés / a su debido tiempo". Al acabar de recitarme me fijé, pero ni tenía inquietudes vitales ni sabía lo que era eso. En sueños a veces nos encontramos personas engatilladas y amargas que, por tener orgullo, se quedan más solas que la 1, en clave de frío. Como la muchacha de anoche. Justo cuando iba a despertarme y dejarla atrás, me dijo que no la abandonara, que no la dejara sola en tierra de nadie. Sacó entonces unas líneas de una carpeta azul, que me recordó mucho a la del poeta ovetense Ángel González. A veces juzgamos con aparatosidad a los demás. Y es que hay palabras tranquilas que aciertan y caen, como una piedra, en el fondo del alma: "Que tu norte no se olvide nunca de mi invierno", me dijo (lo cual en absoluto es malo). De repente su rostro volvió a ser su rostro en mi sueño rebelador y revelador, con be y con uve. Al despertarme, perdido, quise regresar de nuevo pero medité que antes de ponerse a soñar, hay que saber donde vamos, y cuál es el mejor camino. Y es que, como dijo Umbral, la amistad es más fuerte que la familia o el amor. Según qué amistad, claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario