jueves, 20 de septiembre de 2012

Isla-Máster

La isla. Una isla en el corazón. No es que la isla se vuelva silencio y peso con el tiempo. No, tampoco es eso. Anoche, sin nervios ni disimulo, soñé que salía de clase, de aquel viejo máster de profesorado en el que las luciérnagas se escondían en los pupitres, de aquel edificio mítico y mágico donde nos buscábamos y nos desencontrábamos vagando absortos, donde alguien me decía "Ésta es tu isla, macho, aquí te quedas". La isla ligera en el aire que respiro hondamente e ilumina mi mediodía, en secreto, para no dar sospechas a los morlocks fotófobos. La isla, estamos presos en la isla y con la literatura en crisis. Parece que no tiene historia pero la tiene. Vivimos en la isla mucho más de lo queremos admitir. Quien más y quien menos guarda lugares en los que fue mejor. Vuelve la luz de una isla que yo creía apagada para siempre, regresa así, sin que necesitemos muchas más razones. En sueños mis pasos se dirigen a ella: dan un paseo por la sala de ordenadores, se pierden en la cafetería pidiendo una lenta cerveza con sabor a otras tardes y se paran ante la puerta S-26. Pero la puerta está cerrada y han cambiado la clase al edificio Norte, plagado de identidades que dicen los psicosomáticos. El tiempo es un barco que solo naufraga cuando ya no tenemos ganas de navegar en él. Lo que pasó ayer pasó hace una eternidad. A veces parece que todo transcurre allí, arrastro pedazos de madera que son recuerdo. Qué pena. Qué desaliento. Es la isla de las cosas que ya no existen pero no me importa: allí está mucha de la gente que más aprecio. Navego a mi vieja isla al otro lado de La Gesta, a mi aula que ya no es mi aula, con finos showmans y libros dialécticos, y me hundo en el mar del olvido y sé que allí está todo. Tediosa, edificante, robinsónica, imaginativa, con ojos colegiales, disparatada, dictatorial, latente (diría Freud). ¿Encalla un barco cada día? ¿Encalla un barco cada año? Miro y callo. El barco encalla de vez en cuando, de tarde en tarde y me digo: felices meses. Felices hasta que se me ahogue el barco del corazón sin llegar a ella. Por fin la isla. Sí, la isla. Una isla que amo mientras el mar me mata.

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