miércoles, 10 de abril de 2013

Sabato y Sabina

En estos días he releído España en los diarios de mi vejez, de Ernesto Sabato, es uno de esos libros que no se abandonarán. De manera cálida y soleada, Sabato dice del cantante de Úbeda: "Anoche fuimos a casa de Joaquín Sabina. Aunque recién nos conocemos, creo no equivocarme al afirmar que él habría sido uno más entre las tertulias de nuestros viejos compositores de tango. Puedo verlo acodado a la mesa de un bar, con su vaso de whisky, hilvanando metafísica y existencialismo con el humo de su cigarrillo. Quizá porque su espíritu alegre y apasionado, disparatadamente andaluz, me recuerda, a la vez, ese trasfondo descreído, trágico e irreverente, como el de los hombres que poblaban los viejos cafetines porteños". Recuerdo que Ernesto nos ha dejado aunque su recuerdo está muy vivo. Y nosotros no sabemos si venimos o vamos pero le ponemos, como dice Joaquín, una gota de pasión a cada nota que nos queda por cantar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario