martes, 19 de marzo de 2013

33 primaveras


Porque las primaveras escriben, confusamente,
soledad.
Miro y veo el garito con sueño,
con inquietudes intactas,
con poemas doloridos sobre la mesa.
Uno, que solo ama palabras,
imagina estar amando democracia
cuando oye tu cuello,
cuando tu corazón es un cuerpo a cuerpo
entre dos utopías
y decididamente
somos designios verdaderos que se callan,
cuando el lenguaje
se siente todavía encendido
y la oscuridad vislumbra verbos torpes.
Somos nuestras palabras.
Nos salvan nuestras palabras.
Hoy, día de una nueva primavera,
la vida me reclama un rostro inexperto.
En mi paciencia
se encadenan las palabras,
y las emociones de cuero
apuntan a un mundo que me invita a pasar
y apoyarme en su barra.
En la tierra de nadie
las primaveras escriben soledad.
Son locales para resultar universales, 
encierran mis sueños entre paréntesis
como el libro mismo.
Porque todo regresa hacia las dudas,
igual que Astillero, los ojos y los desiertos.
Ahora,
soy un garito con sueño, confusamente,
una inquietud intacta,
con poemas doloridos sobre la mesa
que nunca se apartan de mi lado.

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