lunes, 21 de julio de 2014

Andan días iguales persiguiéndose

He llorado en silencio con el ánimo suspendido en el aire sobre una muchacha con belleza de kinoto, aromática por fuera y ácida en su pulpa. Me he ido esta mañana que deshace los espejismos, mañana de lunes, en un fragor de calles traseras que cambian vidas. La derrota no ha de ser desoladora. He llorado en silencio y nada quiere importarme, lloro por dentro por las personas que no hacen balance de lo hallado y lo perdido, que pasan como humo o vapor en estos días inciertos. A veces, ya ves qué tontería, lloro así. Quisiera cambiar algo, resistir las heladas y las dudas, restar un dolor que encharca la cocina, que hoy sea siempre todavía. Habría para ello que mirar a los ojos a la palabra "reconocerse". La intimidad, como las sendas a otras sábanas, implican la opción de "reconocernos en los otros". Los cimientos surgen al comprender por dentro la humanidad de los demás, el dolor de los demás, sus ilusiones. Sucede que a veces me canso de ser hombre, como dice Neruda. Lloro de gratitud por tu rostro lleno de pecas de la infancia, la paz de tu abrazo y los mandatos de los dioses tristes. Subes a tu avión mientras mi pecho queda herido de tanto llanto, no exento de nostalgia. Todo son adioses. Me rebelo ante tanta somnolencia para dormir, perdona, a salvo de los miedos y el reproche.


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