viernes, 10 de mayo de 2013
Mis hogueras y mis días
Prendo fuegos a la impertinencia,
hogueras con días, calles, fiebres,
horas, pensamientos, luces, miedos.
Estoy anclado en la memoria, condenado
a mi pasado, sujeto a la sublime
felicidad. Prendo fuego a la pluma.
Sí. Hay que incendiar la pluma. A mi
pluma no le va el hielo insoportablemente
frío y distante. Tengo derecho.
Disfrazado de metáfora amanece el día.
Continúo con mi oposición de futuro,
con un tema sobre la novela española
en los primeros años del XX. Me
detengo en Gómez de la Serna, del que
se dice que "nos brinda una de las obras
más prolíficas y diversas de la
literatura española, en tanto
observamos todo tipo de libros:
reflexiones, apuntes, "teatro en
soledad" y teatro representable,
greguerías, efigies literarias,
biografías, crónicas más o menos
periodísticas, obras de crítica
pictórica, artículos, ensayos, otros
libros inclasificables y novelas".
De él dejó dicho Umbral no hace
tanto rato: "Ramón se había inventado
eso de fabricar un poema en prosa a
partir de una pequeña noticia del
periódico". Día metaforizado. Gómez
de la Serna. Fuego. Me da por
rescatar su Diario póstumo y
me encuentro varias greguerías
verídicas y profundas: "El pájaro que
no puede volar disimula ese no poder,
pero siempre hay un niño que lo
descubre y lo agarra". "Colas de cine:
colas de hambre de fantasía". "Ningún
bostezo como el que lanza la maleta
cuando se abre al final del viaje".
"Soy feliz, pero lo que veo es que no
tiene porvenir mi felicidad". Cierro
el libro pensando en lo que veo, en el
porvenir de mi pasado. Día metaforizado.
Gómez de la Serna. Fuego. Solo me
sueña, tras la ventana del café, un
hombre silencioso que soy yo mismo,
extático.
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