lleno de dinamita
al norte del norte mientras pensamos:
"Aquí yacemos media España".
Y perdón
por la paráfrasis de Larra,
en la que le incluyo, claro,
nos incluimos
porque todos somos premuertos.
El cantante, el encuentro con el cantante.
Había pedido excedencia para todo el semestre.
No sabíamos
adónde nos llevaría,
porque no sabíamos nada.
Podríamos considerar
el camión
una prisión, porque estábamos compelidos
a aguardar en él;
podríamos considerarlo
un lugar de sociabilidad,
porque allí
nos encontrábamos con otros.
Llegó el alma de Baudelaire
con su genio y
su palabra formidable y espantosa.
Llegó el alma
de Leopoldo María Panero
que es un alma buena,
pero tiene la manía provinciana
de leer
sus versos
en cuanto te pilla desprevenido:
"oh mano mía, mano de mi fantasma
mano de Scardanelli que tercamente escribe
la historia al revés".
Llegó el alma de Gloria Fuertes
que parecía
la voz de la conciencia, con su gato.
El gato con vocación de filo.
El gato que desciende, como descendemos a veces.
Gato que creía / quería.
Como somos intemporales, o sea eternos,
nos codeamos con lo mejor.
Nacho Vegas y yo, perdidos en su camión,
con nuestros pecados.
Distanciados y saciados.
Intento escribir por huir de él,
me quiero escapar por la escritura,
como si la palabra fuese un avión o una bicicleta,
como si la vida
se hubiera quedado hueca de tiempo.
Días de dinamita en la cabeza.
Los recuerdo como suelen recordarse las cosas imaginadas.
El mundo en el que vivo
no dejará nunca de escapárseme,
pero uno se va acostumbrando a viajar con Nacho Vegas.
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