miércoles, 12 de marzo de 2014

Las olvidadas

Voy a un nuevo café mago y emblemático,
con una úlcera ideológica,
donde hay un cartel que prohíbe la entrada
a narcisistas, beatniks, etc.
Es un cartel formulario que nada dice de las olvidadas
que buscan su piel en todos sus amantes,
de modo que el sitio están lleno
de abstractas de vestidos melancólicos
huyendo de la casa,
tridimensionales rubias y tecnófobas,
 morenas quietistas
sin ginebra y sin palabra,
desconfiadas que se olvidaron del mundo
y el mundo atónito las olvidó.

Todo el mundo quiere desvestirse
recordando a todo el mundo, naturalmente,
menos a las olvidadas
que son viceseñoritas
de camas silenciosas.
Ellas no tienen, ya saben ustedes,
opinión ni información,
desconectan datos, no pulsan teclas.

Ahora el país lo que le pasa es que está lleno de olvidadas
que están ultrajadas, cansadas y bravas
como un púgil de Hemingway.
En el café te las encuentras tiradas por las mesas
como metáfora necesaria y urgente
de Melibeas primerizas que se llaman Liberales.
Antes de la red social, las olvidadas no eran problema,
se contaba con ellas, formaban parte del costumbrismo local.

Así que no se olviden del mundo olvidadas,
manos a la obra, manden mensajes indiscretos,
hagan llamadas decididas, pónganlo fácil al caballero
que trepa el tiempo de las enredaderas.
Dense a la poesía y a la lluvia,
que es el cielo encendido donde van la realidad y los sueños
de las que nos entendieron un poco.




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