martes, 21 de mayo de 2013

La Tertulia del rollo

Un hombre no es hombre hasta que no escribe una novela. Releo un par de folios de mi borrador en marcha, con espuma de utopía, como si fuera un lector X, y me encuentro con el fragmento en que Max, su protagonista, en una metamorfosis kafkiana, se transforma en pájaro. Dice: "Al despertarme me encontré encima de la acera convertido en pájaro de la idea. Esa era mi caótica metamorfosis. Aterricé en la calle Ruiz de Alarcón justo enfrente de la casa número 12, donde vivió Pío Baroja. Ignoré la casa de ladrillo rojo con su par de miradores como ignoran los pájaros todo acerca de la historia de la ciudad". Después, continúo leyendo, y el pájaro acude al Parque del Retiro, pasa a ras de la plaza del Duque de Alba y allí se topa "con músicos y mendigos que piden por pedir", casi le cae un libro encima en la Cuesta de Moyano, tropieza con bibliófilos, con Poe y Dostoiewski, tenderetes, mirones, hasta llegar al Café Gijón. Vuelto Max / protagonista, en mi novela, se pone el traje umbraliano de alter ego y entra al café dice "para sentirse algo. Alguien". Allí se encuentra con José García Nieto ("el hombre bueno a quien más debo en esta vida"), Cela, Pepe Hierro que fuma compulsivamente, y algunos otros pero que son gañanes líricos, con espantables pleonasmos, que no interesan aquí. Es costumbre, que queda muy literario, que adelante a mis lectores fragmentos de mi novela. No es nuevo, ya lo he hecho en este diario. En mi novela resucitaré por ejemplo a la Tertulia del Café Gijón o la de la revista Ínsula en la calle del Carmen. De la primera dijo el propio Umbral sobre el autor de La fundación: "Antonio Buero Vallejo tiene en el café su odiador oficial, enfermo y silencioso, que estaba en otro rincón diciendo cosas terribles del autor famoso". O de la segunda: "Recuerdo un cierto rechazo tácito de Cano hacia mis cosas. En aquella tertulia semanal, donde alguna vez vi a Celaya, nadie me hacía ningún caso, de modo que no volví". En mi novela regresarán por inercia varios de mis referentes: Gómez de la Serna, Lorca... El propio Max / Umbral tendrá una conversación profunda con su amigo Cela ("ciento quince kilos de escritor, ciento quince kilos de maestro, ciento quince kilos de tiempo", dejó dicho). El hombre siempre busca al hombre. Habrá una buena dósis de ficción en la Tertulia y así, como la habrá abstracta pero no abstrusa, en Nueva York, cuando el conductor del autobus sea Antonio Muñoz Molina (Muñoz Molina no conduce autobuses en Manhattan, corrección que hago para el tonto de la cosa). Me encuentro en mi libro reciente. Las tertulias con sus impersonalismos y las rencillas literarias siempre me han interesado. Oscar Wilde afirmó sobre Alexander Pope: "Hay dos maneras de sentir aversión hacia la poesía; la primera es tener aversión hacia ella, la segunda es leer a Pope". De Jane Austen y sus novelas dejo dichó Mark Twain que "la sola omisión de los libros de Jane Austen convertiría en bastante buena a una biblioteca sin un solo libro". El propio Max / Umbral hará guiños a la tertulia de Enrique Vila-Matas en su Viaje vertical: " Iban cayendo las palabras, los papeles. En la Tertulia había poca carnaza que echar a las fieras pero estaban muy amaestradas". Sigo con mi novela. La operación es larga y bonita. Pues hale, tome usted asiento desocupado lector, abandonemos al tonto de nuestras vidas para pintar mucho la novela y echar un buen vistazo. Siempre lo he dicho, mi novela tiene mucho que pintar. Manos a la obra.

sábado, 11 de mayo de 2013

Coherencia de chisme

Iban cayendo las palabras, los papeles. En la Tertulia había poca carnaza que echar a las fieras, mortalmente vivas, pero aún así estaban muy amaestradas.

viernes, 10 de mayo de 2013

Mis hogueras y mis días

Prendo fuegos a la impertinencia, hogueras con días, calles, fiebres, horas, pensamientos, luces, miedos. Estoy anclado en la memoria, condenado a mi pasado, sujeto a la sublime felicidad. Prendo fuego a la pluma. Sí. Hay que incendiar la pluma. A mi pluma no le va el hielo insoportablemente frío y distante. Tengo derecho. Disfrazado de metáfora amanece el día. Continúo con mi oposición de futuro, con un tema sobre la novela española en los primeros años del XX. Me detengo en Gómez de la Serna, del que se dice que "nos brinda una de las obras más prolíficas y diversas de la literatura española, en tanto observamos todo tipo de libros: reflexiones, apuntes, "teatro en soledad" y teatro representable, greguerías, efigies literarias, biografías, crónicas más o menos periodísticas, obras de crítica pictórica, artículos, ensayos, otros libros inclasificables y novelas". De él dejó dicho Umbral no hace tanto rato: "Ramón se había inventado eso de fabricar un poema en prosa a partir de una pequeña noticia del periódico". Día metaforizado. Gómez de la Serna. Fuego. Me da por rescatar su Diario póstumo y me encuentro varias greguerías verídicas y profundas: "El pájaro que no puede volar disimula ese no poder, pero siempre hay un niño que lo descubre y lo agarra". "Colas de cine: colas de hambre de fantasía". "Ningún bostezo como el que lanza la maleta cuando se abre al final del viaje". "Soy feliz, pero lo que veo es que no tiene porvenir mi felicidad". Cierro el libro pensando en lo que veo, en el porvenir de mi pasado. Día metaforizado. Gómez de la Serna. Fuego. Solo me sueña, tras la ventana del café, un hombre silencioso que soy yo mismo, extático.