viernes, 30 de noviembre de 2012

Se va noviembre

Suerte de anhelo nuestros pasos, mi mirada

descalza, sobrevive por encima

del embate de kilómetros y de truenos

que nos separan a menudo. No he de quejarme.

Se va noviembre y te escribo, tan otoño,

de un lado para otro, porque Gijón

retrata en las olas de la playa de San Lorenzo

tu pelo de arena

donde la vida se resuelve, ése

en el que navego sin nada qué hacer o decir.



Las aguas fluyen en el Ébano, como los acertijos,

fluye la sangre de los corazones

partidos por esta crisis cruel

que trata de corromper nuestro carácter,

y recuerdo tu voz, que ahuyenta todos los miedos.

Todas las mañanas son las primeras

cuando persiguen tu perfume amable

que dibuja el lugar del espejismo

donde me siento a salvo.



El té está listo, y aquí estamos. Se va noviembre,

con su terca verdad,

soñando caballos azules como Lorca

o madrugadas eternas. Seguimos en el viaje

que es dulce y luminoso en tu sonrisa que centellea,

como un pequeño milagro de poder hipnótico.



Aún es noviembre, aunque ya termina,

y yo medito estas líneas que aún no te he escrito

tras esta tempestad, que me trae tu calma,

donde tú y yo nos encontramos.

martes, 27 de noviembre de 2012

Mi sí a las puertas

Las puertas, por un conjunto de azares, me han enseñado muchas cosas de mí mismo. La primera que atravesé me sentó regular pero me he dado cuenta de que cada minuto es valiosísimo. Me dejo llevar por mis instintos. Defino sensaciones y sentimientos. Los silencios pesan más que cualquier ruido. Nunca vas a saber qué hay más allá si no atraviesas esa puerta.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Un poema breve

De todas las mujeres, impaciente por verte todo yo, 

te escojo a ti, en medio de ellas, 

que recorres los versos y papeles que te debo. 

A ti que te recuerdo de madrugada 

y de día te recuerdo.

La memoria es una hoguera 

que nunca deja de arder, 

aguantando el embate del olvido, 

y vivimos respirando sus cenizas,

lo dijo el poeta. De todas las mujeres, en semáforos rojos 

y en llamadas de teléfono, 

te elijo a ti, fragilidad de mis días,

que me haces ser ese hombre perdido 

que se salva en lo que escribió, sintió 

o imaginó a la luz de nuestros lugares-tardes.

El caso es que es otoño y yo te escojo a ti.



A ti, tu luminosidad adolescente,

paraíso prohibido, país aún imaginado.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Más allá de los sueños



(Por la mañana). A veces me da por leer algunos libros de Paul Auster. En cuanto abro uno nuevo guardo sus frases interesantes en un pañuelo. "Para escribir sobre mí mismo tenía que tratarme como si fuera otro". "La realidad es mucho más misteriosa de lo que estamos dispuestos a creer". "He vivido años con la idea de un libro antes de escribirlo". "El azar es parte de la realidad". Cierro el libro que dejo en la mesita. Me sorprende ver en Paul Auster alguna de mis preocupaciones de posteridad. Ya las tiene en sus novelas. Hay obras que nos dan la espalda, miran a otro lado. No quieren encontrarse con nuestra mirada. No ocurre así con las novelas de Paul Auster. Pienso entonces en mi novela en marcha. Aquella que según Max, su protagonista, me hará pasarme ocho horas al día buscando palabras a ciencia cierta; mejor aún, palabras permanentes en el suelo, alicaídas, para supongo no apartarme de mi propósito. Recuerdo así las palabras de Ainara, no hace tanto: -¿Tu novela se parecerá a la peli de ese actor bajito? -¿Más allá de los sueños? -Sí, esa. -Puede que sí, le digo yo. Uno siempre tuvo algo de Chris Nielson, a uno le dio a veces por navegar los cuadros pintados y volar por los aires como el eterno Peter Pan. Uno también sería capaz de abandonar el cielo por el infierno con tal de estar al lado de Annie. Así están las cosas. Las cosas que se condensan y adensan. Los espejos aún me reflejan y el hotel de mi novela abre sus puertas. Mi novela tiene mucho que pintar. Quiero pintar mucho mi novela.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Todo nos irá bien

Tiempos difíciles, sin duda, pero todo nos irá bien 

en nuestra ciudad de torreones altos. 

A ti, con tu autenticidad de mármol, 

resistiendo el embate de las heladas. 

A mí, que persigo tu dulce sombra,

el fiero susurro de tu presencia.

Se trata de rescatar la cercanía 

atravesando nieblas y tempestades con su barro, 

lanzar una bengala si hay naufragio 

porque allí estaré para nadar en tus certezas. 

Yo solo sé hablarte, insomne,

prometerte lugares innombrados, 

a menudo. 

Sabes que estás a tiempo, aún con frío, 

de buscar salidas de emergencia 

o paraísos nuevos, de incendiar la mañana 

con el perfume que tienes en el pecho.



Cuando viene la tristeza a buscarte

me visto de urgencia y de versos,

del modo que tienes de llamarme

y de la ciudad que siempre habitamos. 

Te voy a echar de menos.

Esta semana volveremos a lo de antes. 

No vivamos con miedo ni aterrados.



Todo nos irá bien, somos quienes somos, 

simplemente eso, y no sé qué decirte,

solo que estoy aquí,

para darte el calor de mis días, 

versos y pétalos de risa,

abrazos del recuerdo

y toda la luz renovada 

de este mundo disparatado 

que mece nuestras dudas. Qué ganas de verte.

martes, 13 de noviembre de 2012

Para Ander

A ti, Ander, que recién llegas / y la eternidad son cinco minutos, / los mismos que te miro. / A ti que eres explorador, / madeja de nube, / sonrisa radiante / cargada de paz y de verdades. / Cuando subes a la luna / tienes la llama del candil / debajo de tu piel / que todo lo ilumina / en este mundo que a veces naufraga. / A ti que eres jazmín / que trepa por la vida / como la sonrisa ante un recuerdo. / A ti que eres, ilusionadamente, / sobrino de espíritu y de razón y de locura. / Mientras duermes, nunca sueñas con fantasmas equívocos. / A ti, pequeño y frágil Ander, / como te digo. / La ciudad nos mira con tus ojos. / Somos lo que somos porque tú has llegado.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Para Ager

Te escribo, ya ves, para que te acuerdes de mi voz a ti debida. Te diré que tienes Sopelana en tus bolsillos, el ruido de las gaviotas que persiguen la playa de Ereaga, las olas de un mar que no te deja y suena en el hueco de tu abrazo, el café Iruña, San Mamés que calma la tristeza o los dolores. Te diré eso y te diré la verdad. Eres del camino. La vida es tan verdad como tu cuna. Te escribo, Ager, porque quisiera convencerte de que estar vivo no es un fracaso. Tendrás planes pendientes, tendrás un relato al que dar argumento, tendrás un viaje sin brújula y el calor de tu gente, un lugar en el mundo desde el que poder gritar al otro lado de la ventana. Hoy es siempre todavía. Eres la aurora esperando tu mirada, rugiente e invencible, como luciérnaga inquieta. Que no me entere yo que no te valoran, que alguien te desprecia, o simplemente quiere pasarte por encima. La tierra vasca es la tierra prometida. Hay mucho de poética en ella. Y el futuro nos llama con tu voz, tiene tu aliento.

martes, 6 de noviembre de 2012

Si estuvieras aquí

 
 
 Me levanto cambiando la escena. Ando, asustadizo y sentimental, de un lado para el otro. Atravieso prematuramente (apenas son las 8 y no hay casi transeúntes) la calle de la Paloma desde la Plaza de la Catedral, contemplo entonces en mi marcha el café Central y el España como un enjambre de luciérnagas. Burgos, aquí estamos y te miro, miro tus autobuses tan rojos como tus labios cargados de utopías. Sonreír, lo sabes bien, no es una excusa cuando la vida es tu perfume, gente hermosa caminando por las plazas. Amanece. Recorro toda la Avenida del Cid para familiarizarme con la ciudad que aún bosteza en este otoño difícil y febril. Hoy he sido un viajero sin tristeza, aunque pienso que todo te nombra, huérfano y borroso, tan sin ti. En tu ausencia te diré que si estuvieras aquí brindaríamos por las briznas de futuro, por la vida tan verdad que se encierra en tus ojos. Somos de la incertidumbre finalmente. Burgos, luminoso y escondido, es una estatua con espada y con pasado. Repaso viejas postales en mi mente. Si supieras lo que haríamos si estuvieras aquí. Te lo digo con rotundidad, nunca es tarde. Será un viaje fugaz pero me dará tiempo a escribir borradores, preparar alguna cita, leer nuestros nombres escritos en todos los árboles que tiemblan en el parque, comer como en casa sin estar en ella. Con la que está cayendo y yo me acuerdo de ti y de tu lápiz de labios. Reivindico el recuerdo de nuestros ratos y palabras. Somos lo que somos. Y arrastramos besos y mensajes mientras el mundo parece derrumbarse. Pero no es tarde. Aún otro mundo es posible, ése que soñaré a tu lado.