lunes, 30 de abril de 2012

Los días contables del pasado

Estos días son largos. Ensayo, ilusionadamente, los primeros escritos de La luna en el British Bar, un libro sobre mi memoria, sobre mirarse al espejo, sobre las cicatrices del tiempo, sobre Astillero y las lunas involuntarias que nos iluminan en cualquier parte, aunque las agujas del reloj corran, disparatadamente, al revés. Todos los escritores llevamos un lector apasionado y adolescente (uno lleva dentro Escenas de cine mudo, La belleza convulsa, Cajón de sastre). Habrá en la novela anécdotas que contendrán una puerta mal cerrada, un estrépito de ciudad entrevista, un gesto de una muchacha en un tren de cercanías, el color de tu risa que apenas si se deja ver, imágenes distorsionadas por el foco del recuerdo. Somos otros y somos aquellos. Todos tenemos otro yo que está del otro lado de uno, sea cual sea el lado en que uno está, como dijo el cantautor catalán. Y lo confieso: intentaré no colgar nada en "Fantasmas hospitalarios", solo se lo iré enseñando a mi amiga A., nebulosa de mis escritos, fragilidad imparable e impagable. Ella me ha enseñado mucho de lecturas extraviadas, sabe hablar muy bien de la vida y de las cosas importantes. Y uno se sabe privilegiado. Bienvenida, luna del British Bar, donde nunca estuve y a veces me ilumina. Estoy asustado. Aún sigo vivo. Y con todo por hacer. Manos a la obra.

domingo, 29 de abril de 2012

Regreso al futuro

Hoy regreso
a tu futuro,
al lugar donde
puedo depositar
los labios y los sueños
y te busco
en mil cuerpos palpitantes
-el reloj va desbocado-
dejando abiertas
las ventanas,
una puerta mal cerrada.

Ya está todo listo.
El Delorean, ya lo sabes,
da vueltas
en el rincón perdido de un amor,
el viejo tacto
que vuelve después de años.

Hoy regreso a tu aventura incierta,

al rayo en el reloj de la torre

y al neón de los bares tan mayo

donde tomar sidras y verdades

para sentirnos vivos.

Uno se pregunta qué sería de nosotros

sin el pasado que habitamos.



Cómo pasa el tiempo. Y aquí seguimos,

conspirando nuevas huidas.



Bendito futuro este nuestro al que regreso.

Me gusta volver a él

como me gusta mirar

a una mariposa en otoño

o caminar por la ciudad que es norte,

que se abre y se encoge como la risa

sabiendo que lo mejor está por venir.

viernes, 27 de abril de 2012

Eternamente joven

Me hago en una librería de viejo con Eternamente joven, una de mis películas de infancia que nunca me cansé de ver. Aún me veo frente al Cine Ayala, quizá en 1992, a pesar del frío, con la mirada ausente, observando el cartel: Mel Gibson, un heroico piloto de pruebas, al servicio de un peligroso experimento jamás realizado. Mi memoria sigue vagando entre las butacas del Cine Ayala. Buscándote. Aquel niño que fui (y que sigo siendo) vaga ahora por las calles de una ciudad muy lejana en la que, en lugar del cine, han abierto un spa-fitness. Cierto que aún escucho el B25s de Daniel McCormick despegar, y volar alto (o lo que sea). Los ojos se me iluminan solo al echar un vistazo al argumento: "El piloto de pruebas Daniel McCormick se encuentra en el mejor momento de su vida. Tiene un trabajo perfecto volando un B25s, un verdadero amor, Helen, y un amigo y confidente de hace años. En verdad, lo tiene todo. O casi todo. A pesar de su habilidad para enfrentarse al peligro, no tiene el valor para proponerle a su novia el matrimonio. Siempre decide esperar a mañana... pero en un terrible instante una tragedia golpea inesperadamente a Helen y ese mañana desaparece". Dejo a un lado la película y recuerdo entonces las palabras, frescas y perfumadas, de Patri: "A ti te gustan todas las mujeres". Y, a través del foco de la memoria, imagino que no es así. Siempre he sido, curiosamente, hombre de una sola mujer. De mi Helen particular. Algunas veces, todavía hoy, pienso en el Ayala. Aún seguimos vivos y, anegado por el sueño, tengo nostalgia del futuro. Ya está casi todo listo. Todo empieza en ti. Y que no me entere yo que ese mañana mío desaparece.

lunes, 23 de abril de 2012

La luna del British Bar

Hoy, Día del Libro, de nuevo el futuro apareciendo en un poema: Te llaman porvenir / porque no vienes nunca. Te llaman: porvenir, / y esperan que tú llegues / como un animal manso / a comer en su mano. Cierro el libro de Ángel González con la urgencia y ansiedad del que se ata a un mástil para escapar de los recuerdos, como un fugitivo. Aunque no haga ruido este olvido, y uno se tape los oídos como Ulises, no se puede escapar del ayer. El futuro es espacio. Pero también el pasado lo es. Me arden las manos imaginando libros venideros (el último, La luna del British bar, donde nunca estuve y aún las horas de mi corazón siguen pasando), deseoso de versos y miradas, de lo que los transeúntes quieran darme. Y en esas estoy. Trataré de manteneros informados de mis amores, tan pendientes como posibles, de mis nuevos escritos, de la belleza de mis fracasos. Es el amor que vuelve, se decía Claudio Rodríguez. Fue demasiado pronto pero ahora no es tarde. Diablos, ¡Nunca es tarde!.

domingo, 22 de abril de 2012

El jinete polaco

Últimamente suelo juntarme en el Café La Corte de la Calle Uría con Antonio Muñoz Molina, y su obra El jinete polaco. Se me ocurren algunos títulos posibles: "Un invierno extranjero", "Todas las voces imposibles del mundo", "Miedo inmemorial", "Mujeres locuaces", "Linternas de sombras", "Los espejismos del insomnio". Subrayo luego algunas frases que me resultan interesantes:


"Si se paraban a pensarlo era casi imposible que se hubieran encontrado, entre tantos millones de hombres y mujeres, de caras, de nombres, de gritos, de idiomas, de conversaciones telefónicas".


"Qué niebla había en mis ojos que no me dejaba verte cuando te tenía delante, media vida más joven pero no más deseable que ahora".


"Todo pertenecía a una secuencia nunca interrumpida entre el pasado y el presente, entre Mágina y todas las ciudades del mundo donde había estado o soñado que iba, entre él mismo y Nadia y esas caras en blanco y negro de las fotografías en las que era posible distinguir y enlazar no solo los hechos sino también los orígenes más distantes de sus vidas".


"No quiero alejarme tanto, vuelvo porque no me guía la mano caliente de mi madre y tengo miedo de perderme en esas calles desconocidas y abiertas por las que circulan automóviles negros".


"Estos relojes no sirven para medir un tiempo que únicamente ha existido en esa ciudad, no sé cuándo, en todos los pasados y porvenires que fueron necesarios para que ahora yo sea quien soy".

Muñoz Molina, Antonio, El jinete polaco, Editorial Planeta, 1997.

jueves, 19 de abril de 2012

Orgullo de memoria

El planeta aminora su marcha frenética mientras pienso en Lorena y las sidras que aún nos debemos. "¿Quién te gusta? ¿Empieza por M?", me dice irónica. Recuerdo entonces la estrella más cercana que acapara mis sienes, sin dejar de lado la realidad, y participando de ella. Continúo con la lectura ineludible y terapéutica, que limpia las heridas. Esta vez con El jinete polaco, de Antonio Muñoz Molina, que me recomendó hace pocos ratos una cara frágil y conocida. En esas estamos. Le doy vueltas también a "El color del mundo", tratando de buscar una sensibilidad nueva en el alumnado. La solidaridad es, al fin y al cabo, precaria. No tenemos esa empatía que debiera definirnos como seres humanos. Y es invierno sin duda. Hay un estrépito de olvido y se nos van, con facilidad, hechos y emociones desmadejadas. El recuerdo estalla como una supernova. Pero aquí todo tiene remedio. A veces Peter Pan grita en nuestras gargantas y Alicia, dueña de nuestros suspiros, se esfuerza porque la acompañemos al País de las Maravillas. Soy parte de Hogwarts como soy el hombre que te observa. Toda la lluvia va a dar al breve hueco de tus manos. Nos rebelamos para soñar despiertos con la luz etroboscópica y la paz de tu sonrisa. Con unas sidras. Y, como el cantautor, creo en mí. La historia no ha terminado. Y sé lo bien que van a ir las cosas. Sé que abriremos una ventana a la esperanza para salir volando. Porque el viaje no se acaba. Y nunca será tarde.

miércoles, 18 de abril de 2012

Tantas cosas

Sucede que me sé privilegiado

al sentirme renacido, como en casa,

casi en cualquier sitio.

No me canso de ser transeúnte de ti.

Y voy buscando nervioso el estruendo de tu risa,

mi piel queda expuesta al frío glacial y a las heladas.

Pero también a tus besos futuros

que necesita nuestra ciudad.




Probablemente los paisajes pacíficos de Astillero

se encuentren en cualquier ciudad donde el naufragio

nos salve la vida. Volveremos a pagar nuestras deudas

al café Cires, intenso y emocionante,

al que, cuando tú y yo éramos adolescentes,

íbamos a refugiarnos en sus sofás rojizos, en una noche eterna,

y esperábamos una respuesta,

y como respuesta solo encontrábamos una pregunta.



Somos los veranos luminosos de la infancia,

la luna de Leopardi, la mirada en un puente a un río del olvido,

con un silencio conocido al lado de tu silencio.

Perdona mi insistencia. Hay puentes, como hay fotografías,

que se parecen al alma de uno.



Así que, en definitiva,

seguiré con la ciudad implacable dentro de mí. Vamos a ello.

Y me perderé en ella buscando mi pasado,

esa palabra mentirosa, pues vivimos.

Yo no sé qué diablos será de mí y de tu mirada.

Pasarán tantas y tantas cosas.


martes, 17 de abril de 2012

Más Llamazares

Me topo en plena Uría con un transeúnte que me impide el paso -resulta ser José Luis Sevillano. Me invita entonces a ir a La Corte, un buen lugar donde tomar un café en paz, lo cual le convierte, no hay dudas, en uno de mis mejores amigos. "La Corte está entre los once cafés más glamurosos del universo", le digo insensato e irónico. Charlamos de esto y de aquello mientras recuerdo, no sé por qué, una de las frases de Sabato: "Hay días en que me levanto con una esperanza demencial". Me hago, ferviente, en Personajes -convenzo al transeúnte que empieza a cansarse de mí, a que me acompañe- con una edición de El giocondo, de Francisco Umbral (comprado en Librería "Gema" hace 41 años). Ya son varias las que tengo. Pero Umbral nunca se acaba. Voy al café Ayre Hotel de Oviedo y sigo con Llamazares, con "El color del mundo", un trabajo que medito a tientas para el máster. "Para detener lo fugaz, lo instantáneo, hay que fijar la vista en una cosa, mejor cuanto más efímera". Todo es pasajero, todo es fugaz, todo es frágil, parece decirnos el autor de Escenas de cine mudo, y la fotografía o la memoria son un buen vehículo para que esa fragilidad se torne fortaleza. Nos habla de la importancia de la memoria en hombres y mujeres que se desprenden de historias, sentimientos, emociones vividas, por culpa del olvido que se impone. Lo cierro. Y abro ahora Entre perro y lobo, su obra periodística. Aparece, profunda, la misma idea: "El paisaje es solamente una pantalla en la que proyectamos con la mirada la memoria fugaz de lo que fuimos. Pues, como dijo el viajero, aunque un paisaje permanezca inmutable, una mirada jamás se repite". Jamás se repite. Ya nada va quedando. Pero el caso es que hay días que me levanto con una esperanza demencial. Y no cambiaría una mirada tuya por ninguna mansión en el mundo.

lunes, 16 de abril de 2012

Reflexiones sobre Wendy

Me pregunto una y otra vez por Wendy

como un tipo solitario,

en este abril de luz

que me toca vivir.

Se busca, con inquietud y nervios,

una mujer que no crezca

sorteando olvidos como vendavales,

que beba de mis versos

y me haga sentir menos solo,

para dejar de ser un niño asustado.



Me miro en el espejo

como quien mira arrugas que no llegan,

o el ánimo en la solapa

leal de la memoria.



Me pregunto por ti, Wendy,

rehén de mi pasión

mientras el barco de Garfio

se balancea en las aguas metálicas

entre el delirio y la mentira.

No nos olvidemos nunca de quienes fuimos.

El tiempo pasa y pasa, es otro,

y recordaré estos días felices

en que me tomé un descanso

con el relámpago de tu risa

blanca y luminosa.



Fui feliz a ratos. Permíteme ser cursi

en esta aula / descanso en que somos otros,

de paso, no sé si mejores.

Y como una jauría de luciérnagas

miro a mis compañeras,

y me pregunto por ti, Wendy,

una y otra vez,

a sabiendas de que perdonaré tu retraso.

Estás llegando.

sábado, 14 de abril de 2012

Escenas de cine mudo

Sábado tarde. Detalles exactos, como decía Stendhal. Por mi parte la belleza es un mensaje. Y una pregunta. Y una notificación de red social vestida de esencia que me transforma, me hace mejor. Por eso escribo. Para no estar solo. Todo lleva a ti y todo es un estado de ánimo, Llamazares está conmigo. "Los colores, al contrario que las formas, que permanecen siempre inmutables, salvo cuando las moldea el tiempo, se modifican y cambian al contacto con la luz y con los cambios de ánimo del ojo que los refleja".

jueves, 12 de abril de 2012

Trabajo fin de máster

Sigo atareado con mis trabajos del máster, en mi paraíso desierto, y con mi herrumbroso equilibrio. Concluida mi reseña rugiente sobre Peter Pan -he disfrutado abriendo ventanas a la esperanza-, reviso anotaciones, de par en par, que he de entregar sorteando erratas como tornados, a mi tutor. Son una serie de divagaciones y apuntes de diario que ahondan en el instante del Centro e intentaré, para variar, mantener el carácter poético que encharca a todos mis escritos. Sé que es disparatado y continúo creyendo, como Baroja, que "yo como escritor no soy gran cosa; no fui Tolstoi, ni Shakespeare, ni Dickens". Pero uno lleva tres décadas con el corazón tiritando  al sur, siendo excesivamente poético y, sobre todo, en estos últimos meses luminosos: en cada redacción exiliada, en cada actividad que es un estado de ánimo, en cualquier escrito para cualquier asignatura convulsa. Y, libre y distinto, así lo haré en el Trabajo Fin de Máster (TFM). "Dices que te distrae tu trabajo fin de master" me dice, tan hermosa como una ninfa, mi amiga Montse. "Pues enhorabuena, si consigues que te distraiga tienes futuro". Nunca tengo reparo en contar mis apuestas personales, perseguido por todos los perfumes. Así lo hago ahora. Mantengo la transparencia y la autenticidad. Mi TFM será sencillo / complejo, amable. Y ya está. Consistirá en, no ya realizar una programación -que también-, sino en describir / recordar lo vivido en este lapso de tiempo, en plantear mis teorías incandescentes (algunas, no todas). Somos rehenes del miedo, nos atenaza, nos paraliza, nos impide entrar en contacto con la realidad de la que formamos parte, modificarla en nuestro barrio / desbarrio, entre bordillo y bordillo. Tenemos miedo al ridículo a leer en público, a la falta de empatía que debiera definirnos como seres humanos, a la ausencia de justicia y dignidad en un mundo que parece derrumbarse. El mundo, decía no recuerdo quién, solo empieza a estar claro con uno mismo. Así las cosas, haré el experimento con una utopía que funciona, con la amplia certeza de que lengua y literatura son dos palabras que debieran conjugarse siempre en la misma frase. La guerra es la misma. La lengua es un vehículo para llegar a la literatura, y la literatura es (o debiera serlo) una forma para llegar a la lengua porque de ella surgen historias a las que no prestamos demasiada atención. Uno se forma académicamente, pero también se forma en otras muchas cosas. Una Facultad, al igual que un Instituto, es un foro de debate, un foro de pensamiento, un foro de convivencia. Y en él hay que perseguir el vocabulario de la realidad. En fin. Con todo y con eso, largo es el viaje en el que estamos. Pero menos aún con tus consejos,  luciérnagas inquietas que guardan el tesoro.

lunes, 9 de abril de 2012

La bestia es ángel

"Solo lo fugaz permanece" (Félix Grande).

Volvemos al viejo máster

Vuelve la primavera y estamos despiertos
y soñamos con alterar la realidad
inalterable,
transitando la memoria
y recordando lo que es vivir
en esta espiral implacable
que no nos permite hacer balance,
reparar en las pequeñas cosas
formulando preguntas,
recuperando lo perdido en cierto modo.

Y en ese viaje estamos.

Volvemos al viejo máster inconcluso
en que busqué tu sonrisa de aula en aula,
allí donde fuimos los mejores
eternamente efímeros.
Tu ausencia es un miedo patológico,
me hace desatarme del mástil
rumbo al canto de las sirenas,
dádiva de tus ojos
de tierras innombradas
que me rescatan del naufragio.

Volvemos, aunque quizá nunca nos fuimos,
con la voluntad voraz
de quien no se rinde,
con tu piel, vestida de abril,
y mi necesidad íntima
de escribir con naturalidad.

Nunca es demasiado tarde
para mirar al horizonte, y lo sabemos.
Nada nos hará perder el gesto
sabiendo que estamos vivos, a pesar
de los galeones, los piratas, tanta espera.

domingo, 8 de abril de 2012

Seguir viviendo

"Recordar es la carta que nos ha tocado jugar en la difícil suerte del naipe de la vida" (Camilo José Cela).

sábado, 7 de abril de 2012

Abril, ese misterio

Buceemos, a pesar de todos los pesares, en abril, sin guardar la ropa. Nos levanta o nos hunde transparente como un cristal. Es el mes del recuerdo. Abril -ese misterio- nos coge semidormidos, cae sobre la ciudad concienzudo e inflexible, y es tan viejo como el mundo. Llego a Gijón y me sé de memoria todos los tejados de la Av. de la Constitución. El frío me acompaña todo el día. Y también, dulce y luminoso, un sms de A. sobre mi reseña. Y lo agradezco de veras. Lo decía Cela en su Cajón de sastre y quizás el lector lo sepa: "Vivir es recordar. Pensar es recordar. El amor nunca es el hoy, sino el ayer por la mañana. El sueño es recordación. La vela es añoranza. Pero, ¿por qué tanta innecesaria crueldad? Recordar no es volver a vivir". Me dirijo al Llano y saco en préstamo un libro de Umbral, entre el manual y el ensayo, Guía de la posmodernidad ("Lewis Carroll era un posmoderno que se enamoró de una niña, Alicia, y le hizo muchas fotos y un libro inmortal", dice), y Bajo una luz marina, de Raymond Carver con cita de Neruda incluida ("Luz en el alma, luz en la cocina / y de noche luz y de mañana luz / y luz entre las sábanas del sueño"). Vuelvo a Gijón -que es vivir- y hago balance. Porque Abril, quiero decirle al escritor, es la llave que guarda un recuerdo -que sí es volver a vivir, sí-, inexorable y puntual. Como una infancia, como un batir de alas, como un corazón.

jueves, 5 de abril de 2012

Palabras, palabras

Empiezo los Articuentos completos, de JJ Millás mientras abandono su Primavera de luto, que he trabajado con provecho. "A usted le están pidiendo palabras todo el día, ¿verdad?", dice una periodista en "Palabras, palabras" (uno de los relatos que yo prefiero) "-Palabras para artículos, palabras para conferencias, palabras para novelas... ¿No se acaban nunca las palabras?", añade. A lo que el escritor, contradictorio y pensativo, acaba por responder: "-Es usted una pesada. Yo no sé de dónde salen las palabras, pero sí sé que tengo más cuanto más las consumo. Funcionan al revés del dinero: si uno invierte en valores seguros, no dan nada. Hay que gastarlas, incluso malgastarlas, para que su precio suba como la espuma. Hace diez años tenía menos palabras que ahora, a pesar de haberlas derrochado a millones, y dentro de otros diez espero haber multiplicado mi capital por mil". "-¿Y qué hará con ellas?" "-Lo mismo que ahora. Darlas en conferencias, en artículos, en libros. Darlas por teléfono. Darlas a grito. Darlas a través del fax y del telégrafo..." Las palabras, lo digo siempre, son decisivas. Pero más el saber qué hacer con ellas. Ya lo dice JJ Millás. Y tú, amado lector, dondequiera que estés -quizá en el metro o en alguna parada de autobús- estarás de acuerdo. Y eso me consuela.

miércoles, 4 de abril de 2012

Tu ausencia

Lo confieso, cómplice del miedo

y de las prisas, no exento de nostalgia,

te echo de menos

y tu ausencia me abruma,

solo deja ruinas humeantes.

Teniendo casi todas las respuestas

me cambiaron las preguntas.

Así que en esas andamos, en busca de certezas,

mientras los días van pasando

y vamos vistiendo instantes,

avistando dudas que sorteamos como charcos.



Lejos de quedarme inmóvil al borde del camino

hago balance y me enfrento a lo hallado y lo vivido.

Me arde la mirada

empeñada en reivindicar el recuerdo

que me rescata del desconsuelo,

como un Peter Pan urgente. No es fácil.

Pero los andamios de la memoria

llevan a lomos quienes hemos sido

y dónde no queremos quedarnos.



Miro al norte. Espero a Nibs, Curly, Slightly,

Tootles, Michael, John, y una ráfaga de infancia

atraviesa mis párpados. Y, como pasajero apasionado,

te espero -no exento de nostalgia como te digo-,

a ti, sin que la precariedad y el miedo me paralicen,

me impidan participar

de la realidad de la que formo parte.



Hay que creer en lo que uno hace,

tener fe en su amor posible. No hay amores imposibles,

nada está escrito. Así que ánimo.

martes, 3 de abril de 2012

Miniaturas de reflexión

"Cuando me prevalece la paranoia o el pudor o la vergüenza, enarbolo el sentido crítico y corrijo, y trato de alejarme del lado oscuro, nocturno, contradictorio y débil de la existencia. Trato de hacer algo fuerte" (Ernesto Sabato).

lunes, 2 de abril de 2012

Comentarios a la vida cotidiana

Una o dos veces al año suelo tener costumbre, con un fardo de nostalgias, de releer un libro de Ernesto Sabato, el primero que está a mi alcance (La resistencia, El túnel, Antes del fin...) Hoy le toca el turno a España en los diarios de mi vejez. No paso de las primeras páginas y ya encuentro lo que iba buscando, admirable, como siempre: "Estos apuntes fueron escritos, y mayormente dictados a Elvira González Fraga, hace dos años, durante mis viajes por España, en aquel momento en que la Argentina se desplomó después de gobiernos nefastos, dejándola en un estado de miseria, desempleo y destrucción como jamás nadie pudo imaginar". Son tiempos comvulsos los nuestros, que recuerdan a los de la vieja Argentina. Adhuc tempus? Creo, a esa hora en que la luz no es luz ni las sombras sombras, que no todo está perdido, pero ocurre también que me canso de ser hombre entre amores que parecen imposibles y andamios comunes. Y me da vueltas entonces, como a Unamuno, que solo el sueño de dos es verdadero.

domingo, 1 de abril de 2012

Del qué hacer con los amores imposibles

Yo sé

que no existen los amores imposibles.

Sigo pensando

que es un oxímoron

igual que las oscuridades claras

o las tristes alegrías.

Son términos contradictorios,

y no debieran ser conjugados

en la misma frase.



Así que, emocionados y expectantes,

no sucumbamos al desaliento.

Ese es uno de los retos.

No hay por qué rendirse

aunque ciertos errores

parezcan ineludibles,

no hay por qué afrontar el paso del tiempo

renunciando a sueños y amores.



El amor nos ilumina,

nos arranca una sonrisa cuando todo se derrumba,

tiene un aroma incierto. Crecer y enamorarse

no debe conllevar esa renuncia.

Salgo entonces a la calle con la certeza de encontrarte

anterior a ti misma,

a ti que eres poesía.




Con todo y con eso,

pronto beberé del breve hueco de tus manos.

Más que nunca. Hoy es siempre todavía.

Y mañana no será lo que Dios quiera.