sábado, 30 de abril de 2011

Sabato, un hombre soñador, humano, imprescindible, nos deja huérfanos de verdad

Se ha muerto Ernesto Sabato, uno de los referentes ineludibles de la literatura universal y a uno se le llena el corazón de lluvia. No tengo nada que decir. El día es triste como una página en blanco. La llenaré, esta vez, con una de sus frases, para que no se olviden: "De un sueño se puede decir cualquier cosa menos que sea una mentira". Te vamos a echar jodidamente de menos.

viernes, 29 de abril de 2011

Confidencia

Hoy mismo, por la mañana, se encamina uno a Mieres y saca en préstamo Días de diario, de Antonio Muñoz Molina: "El cuerpo a cuerpo de un escritor con su texto, y, en él, con su vida" (según nos anuncia Pere Gimferrer en el prólogo). Dice: "Escribir y escribir. Con felicidad, sin orden, dejándome llevar, descubriendo personajes, situaciones, matices inventados que parecen recuerdos". Concluyo luego el borrador de un poema que enviaré esta noche a N., para que me dé su opinión. Habla de amor y desamor como casi todos los poemas que uno escribe, pero procuraré no relatarlo aquí. Parece que ha quedado bien. Leo el relato "Confidencia", de Quim Monzó, y me gusta especialmente. Me detengo en: "Lo que quería deciros es que un día, mientras estaba de vacaciones en Cadaqués, me morí. Yo me imaginaba que la muerte era como un sueño doloroso, que perdería la conciencia y me convertiría en una nada fría. He aquí mi problema: no he notado ningún tipo de cambio". Tengo varias ocurrencias para un relato. El día comienza a cerrarse y charlo con S., a la que veo entusiasmada con el recital y con la publicación. Le ayudaré a seleccionar la foto, aunque no seré decisivo, cualquiera de ellas quedará bien. Para finalizar la jornada la frase "Lo que habrá de venir yo no lo sé" de Felipe Benitez Reyes, mientras el mundo gira y yo pienso en encontrarte.


jueves, 28 de abril de 2011

Los lugares persiguen al viajero que soy

Día raro. No sabes por dónde te va a sorprender. Uno va a ninguna parte. Abro al azar El jardín de la pólvora, y me encuentro con esta descripción que AT hace de MLV. Ya es una casualidad, y parece haber estado esperándome mucho tiempo: "Le envió su libro de poemas. Es muy joven aún, pero ha escrito ya cuatro o cinco libros. No ha cumplido todavía los veinticinco años. De esos libros, dos o tres son de poemas, y dos o tres más son de prosas y misceláneas. Es un joven brillante y, cosa que agradece sobremanera, no es un joven arrogante, no es presumido, no es vacuo. Piensa al recibir ese libro último en sus propios veinticinco años y en las ideas tan confusas que tenía entonces, en sus pobres versos, en aquellas prosas tan fatigantes. El autor de ese librito ha viajado por todo el mundo, ha leído, al menos en lo que él escribe, todos los libros y piensa que la carne es cualquier cosa menos triste" (...) "Entre sus poemas, este haikú, bellísimo le parece a él, que copia en una de sus libretas de hule negro. Se ve en él que las palabras son como pequeños astros que orbitan solas, por una fuerza mayor, hasta quedarse definitivamente fijados a su sola y propia órbita. "Junto al camino / mi tumba está, la he visto. / No me detengo". Y piensa entonces en cuantos grandísimos poetas hubieran querido escribir ese poema. O este: "Cambia de sitio / con el viento la arena. / Así mi alma". Después, en el Yuppi del Rosal, con M., con X, y con Z, en el silencio de un monólogo. Z habla de que estuvo en Copenhague, en París (pero pasa de París), en Londres... ha estado en cualquier sitio que cualquiera se pueda imaginar. Uno ha estado a punto de decirle entonces que Astillero, la rue D'Hauteville, el Café Cires, la Calle Picasso (todas ellas) persiguen al viajero que soy, pero acaso no lo entendería. X, por contra, se derrite en amabilidades, y coincidimos al charlar de la red social, que M. detesta (y su insistencia durará). Charlamos de esto y de lo otro. Menciono el recital de Valdedios. M. me indica los poetas seleccionados, entre ellos, S. -¿Es tu novia? -No, no lo es. Tiene diecinueve años. -¿Es muy vieja para ti? -Cierto, es excesivamente vieja, añadí por último antes de marchar. De regreso a casa piensa uno, bienhumorado, en su nuevo libro de poemas, y se siente feliz como tu risa, que no sabe despedirse.

Luis García Montero. Los idiomas... -Un invierno propio-

miércoles, 27 de abril de 2011

Memoria de la felicidad

"Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte" (Julio Cortázar).

Nuevas historias

Habla uno con su buena amiga M, que vive en Galicia, desde hace unos años. Al rato me dice que S., ese ser frágil (de tan solo 9 años) ha tenido que hacer una poesía para el colegio, y se ha inspirado en alguna mía. Durante un segundo, con rara impresión, uno se siente recompensado. Estas cosas te enseñan a vivir, me digo. Y es que cualquier edad es buena para escribir poemas. A uno le habría gustado estar en el momento de la lectura (o de entrega a la profesora). Pero no va a ser posible. Luego, se asoma uno con calma, en un silencio absoluto, a los Ochenta y seis cuentos de Quim Monzó. Apenas va uno por la página sesenta, y no le ha defraudado. Es un buen libro. Lo cierro, y rescato un poema de Pessoa: “Siento que nadie soy, salvo una sombra / de un rostro que no veo y que me asombra, / y en nada existo cual tiniebla fría”. Hay quien dice "me ha gustado lo que escribes" o "anda, explícame el poema" "me ha encantado". La vida está constituida de pequeñas cosas que nos hacen ricos. Salgo entonces, sin prisas, a asaltar las calles en esta mañana preciosa, qué importa si son de La ciudad de las flores o de Astillero, el caso es dar vueltas y buscar nuevas historias como el caballero de La Mancha. Aún soñamos. Aún seguimos vivos.

martes, 26 de abril de 2011

Preguntas y respuestas

Se despierta uno escuchando la radio, con la noticia de que N.R. ha sacado una nueva novela (¿su tercera?) que lleva por título Para Ana (de tu muerto). Está escrita, conjuntamente, con su marido (un tal JV). Un oyente le pregunta si es cierto que ha escrito ella el libro, a lo que N.R. contesta: "Qué cara hay que tener para ser escritora..." Tiene gracia porque lo que N.R. quiso decir realmente fue "¿Hace falta ser feo para escribir bien?" Se la veía bastante afectada con el tema de la belleza y la escritura. Seguro que no escribe tan mal para ser tan guapa. Me levanto, a eso de las 9, y al ordenar los papeles de la mesa uno se encuentra con una reseña de El Cultural que X hace sobre Un invierno propio, de LGM. En la foto, por cierto, se le ve algo envejecido (ya lo había notado uno cuando lo vio en el recital sobre Miguel Hernández). De él dice: "Un invierno propio, una nueva etapa en la que el acicate de la escritura consiste en replantear el propio mundo desde las raíces de la desconfianza: "¿Me dice, por favor, qué significan / el tú y el yo, la edad y la palabra España?" Y concluye, "es uno de los grandes libros de LGM (Granada, 1958) por su riqueza de registros, su plasticidad y la esencial claridad de sus consideraciones en esta época de cínica confusión en la que todo parece valer". Luego, me echo a la calle, a ver qué ocurre. La primavera saca pecho ante tanta tormenta y amanece uno con un sol espléndido. Quedo con J y charlamos de esto y de lo otro. Me acompaña al Fontán donde saco en préstamo el libro Gramos, editado por Trea, del autor avilesino José María Castrillón. De todo esto escribo en el tren, ya de regreso, mientras anoto divagaciones para el relato "Noche", que uno está reescribiendo. Quedan varios meses hasta que lo entregue. Ya veremos.

lunes, 25 de abril de 2011

Con la voz encendida

Nadie que haya vivido el resplandor de una primavera podrá olvidarla en el futuro.

Decimos hasta la vista, pero nunca nos veremos.

Libro que has de leer, tenlo siempre a mano.

De golpe se rompió como un espejo tu sonrisa.

Cuando una cita se aplaza por una cosa, la vez siguiente se aplaza por otra.

La vida, cualquier vida, es una mínima esperanza apasionada.

Solo el amor nos consuela y puede rescatarnos de un naufragio.

La felicidad, como los sueños, no se vende.

Nuestro jazmín de verano antiguo aún lo llevo.

Un diario es un ventanal, un café, un transeúnte.  Pero también puede serlo el mapa que nace en tus ojos, o tu presencia.

Oigo una voz. Me llama por mi nombre. Arde en mi pecho.

Otras dudas

Lo peor
no es perder la memoria
sino que mi pasado
no se acuerde de mí.

domingo, 24 de abril de 2011

Alrededores

Al modo de Trapiello: En una tela de araña hay algo de bello y de hipnótico.

Por raro que parezca

"Brindaré por ti", me susurra una voz que arde en mi pecho ahora que regresa la lluvia, que no corta pero duele. Sé que vendrán tiempos mejores. Os dejo unos haikus agradeciendo el privilegio de escribir, y ser escuchado. Mil gracias.

AYER

Hermosa vida
que pasó y parece
ya no pasar.


AÚN NO HA  DESPERTADO

En la ciudad
se busca una palabra.
No ha despertado.


PREGUNTAS Y RESPUESTAS

La poesía
ya no me dice nada.
Por  ti pregunta.


DUDAS

Por la escalera
mecánica del metro
busco mi rostro.

sábado, 23 de abril de 2011

El mundo gira

Me encontré, inesperadamente, en la estación de tren con C., del Instituto. Han pasado unos quince años y no me he atrevido a decirle nada. Pero me ha invadido, he de confesarlo, una íntima alegría. Aunque fue algo sumamente fugaz, ¿ella habrá logrado recordarme? Yo creo que sí. Ella suspira y en su suspiro queda congelada mi sonrisa. A veces piensa uno cómo sería su vida si escogiera otros caminos, si tomara otras decisiones. ¿Qué le impidió a mi alma tranquila dar el paso? Acaso C. encontraría ante sí al muchacho tímido y torpe que fui y sigo siendo. Cierra uno los ojos y respira hondo la belleza de su perfume. "Todo diario es el camino hacia la novela de una vida", decía Trapiello. Ojalá el personaje de C., que desfiló hoy por mi novela, se hubiera rebelado contra mí, como en Niebla, y me hubiese dicho algo. "Encantada de volver a verte" "Qué prisa tienes" "No te vayas". Esa conversación futura quería hablarle a mi diario, pero no se ha producido. Lo anoto todo mientras estoy de viaje. Al llegar a Gijón me dejo perder tranquilamente por las calles, mirando a uno y otro lado, con C. en mi pensamiento. Su reencuentro fue el momento más emocionante del día, junto con los sms de X, que reconfortan y son el mejor bálsamo. ¿Volverá uno alguna vez a ese lugar en el que fue feliz y halló lo hermoso? El mundo gira. En tu busca camino. Estaré de ojos abiertos en la quietud de cualquier vagón. Somos los que no fuimos.


viernes, 22 de abril de 2011

A salvo

Me siento a salvo cuando brindo contigo por mil razones y la felicidad nace en tu mano, y recuerdo qué es vivir, aunque sea con café, el caso es brindar.

Memoria

Y ayer, resulta extraño, después de estar en Avilés, ha vuelto uno a la Ría de Solía en sueños. Astillero siempre está en el regazo de uno mientras atraviesa las calles avilesinas, cuando queda encallado entre las aguas cristalinas de su ría, con la luz del primer sol. No hace uno anotaciones de diario pero lo conserva todo intacto en su mente, al recordar los viejos versos de "Un secreto": "Voy a contar las sílabas de este día: / el ruido de unos pasos sigilosos, el tráfago de la muchedumbre, / el placer de dejarse llevar / entre el bullicio de las calles / paseando al azar, / extrañamente feliz. / Voy a conservarlo todo en mi memoria: / el cielo dorado en Astillero, / tu sonrisa y el plácido aroma de tu pelo, / y la indolente lentitud, / y los versos de Omar Khayyam, / y la luz suntuosa en el atardecer... / Nunca voy a tener olvido de este día: / fuego que no se acaba cuando todo se apaga, / domesticado paraíso de bolsillo". No es tarde pues vivimos. Hoy es siempre.

jueves, 21 de abril de 2011

Niemeyer






















Hoy ha estado uno en el Niemeyer, del que ya os hablaré. Mientras pienso en labios brillantes e incandescentes os dejo una frase improvisada, ahora que el mundo da vueltas como es debido. Qué ganas de verte. "La literatura: arte de ganar un poco de tiempo".

miércoles, 20 de abril de 2011

74

Solo las críticas positivas han de durar más de veinticuatro horas.

Sobrinos

Felicidad hace rima con cualquier cosa. A media mañana N. y yo nos mensajeamos. Me dice que está disfrutando de sus sobrinos. Apenas ha concluido su trabajo y, sin tomarse un respiro, ya busca refugio como niñera-compañera (acaso mejor esto último) en el universo de Cástor y Pólux. Admirable. Después de El porqué de las cosas, ahora me hago con Ochenta y seis cuentos (Premio Nacional de Literatura catalán y el Premio Lletra d'Or), en Ojanguren. Quim Monzó es uno de los mejores escritores catalanes, traducido a más de doce lenguas y relacionado con Kafka, Borges o Rabelais. Tendrá uno para entretener su interés por la lectura largo tiempo. Tras echarle un vistazo me dirijo al Fontán y saco en préstamo los Poemas dispersos de Jack Kerouac. Me detengo justo en un poema dedicado a Edward Dahlberg, donde dice: "No utilices el teléfono. / La gente jamás está dispuesta a responder. / Utiliza  la poesía". Y no es un mal consejo. A las siete y media regreso a casa para ver la dichosa final de Copa. El resto del día se ha ido mudo con la rutina cotidiana. Hoy, sin que sirva de precedente, seré merengue.

Los inciertos

Ellos caminan más viejos y borrados
a cada paso Y lo hacen siempre con desventura
Ellos abren una puerta Empujan otra
Son portadores de una oscura sentencia
Respiran a nuestro lado No puedes verlos
Esperan De noche en noche A que tú esperes
Allí donde vayas Van contigo
Rompen ramas Esconden objetos Se sientan a la mesa
Ellos cobran vida tras las cortinas
¿Quiénes son? ¿Qué pretenden decirnos?
Centinelas insomnes Enturbian Espantan
Ellos acechan despiadados en cualquier esquina
mientras llueve y hace sombra y estás solo
Tercos Rutinarios Compañeros sin sentido
Nunca nos perdonan que sigamos vivos

martes, 19 de abril de 2011

73

Hay muchas clases de intimidad porque existen muchas clases de personas.

Sincero

La sinceridad en el diario, como en Renard, es necesaria. Hoy sucedió algo imprevisto. Queda uno con G en Mieres, en el café La Violeta, tras mucho tiempo, y hablamos de esto y de lo otro. "Cambia de música", me dice minucioso a propósito de mi diario. "Solo hablas de cafés, de los libros que estás leyendo, que recuerdas tal verso o tal otro, de tal o cual enamoramiento, de lo feliz que eres", añade sin dejar de dar puntada. "Tienes razón". "Pero uno va incorporando", le digo, "cosas novedosas al cuaderno, solo de cuando en cuando". "En breve irán apareciendo cosas originales"-le miento. Hablamos amigablemente de esto y de lo otro, como digo, y recordamos viejos tiempos. Me recomienda al autor estadounidense Georges Saunders, que tendré muy en cuenta de ahora en adelante. Lo dejamos ahí, y me marcho con la mente puesta en Schopenhauer. Él decía que la tarea del escritor no es narrar grandes acontecimientos, sino hacer interesantes los pequeños. Ya en casa, con la lluvia fuera, me acuerdo para variar (y dando la razón a G) de X, y de la frase que le improvisé esta tarde: "Tus labios rojos son la utopía de unos cuantos mortales". Y no le falta a uno razón.

Con mirada febril, brillante, inabarcable

Salgo a la calle
esperando encontrarte,
esperanzado.

lunes, 18 de abril de 2011

La fe

Me levanto más bien tarde. Ha echado uno una ojeada a El porqué de las cosas, con su dosis de cotidianidad y en cierto sentido la mirada se desliza con agrado entre sus páginas. Me ha gustado mucho, y me hace rentabilizar la mañana. Uno de sus relatos, "La fe", es especialmente gracioso: "-Quizá es que no me quieres. -Te quiero -¿Cómo lo sabes? -No lo sé. Lo siento. Lo noto. -¿Cómo puedes estar seguro de que lo que notas es que me quieres y no otra cosa?" (...) Y continúa: "-Te quiero. ¿Me oyes bien? Te quie ro. -Oh, te quiero, te quiero... Es muy fácil decir te quiero. -¿Qué quieres que haga? ¿Que me mate para demostrártelo?" (...) Y concluye finalmente: "¿Y si te equivocas? ¿Y si lo que sientes por mí no es amor sino afecto, o algo parecido? ¿Cómo sabes que es amor de verdad? -Me aturdes. -Perdona. -Yo lo único que sé es que te quiero y tú me desconciertas con preguntas. Me hartas. -Quizá es que no me quieres". Al cerrar el libro me rondan en la cabeza algunas ideas para un futuro relato sobre un inesperado encuentro entre sueños. Siento entonces una gran nostalgia de las ciudades en las que nunca he estado. Después hablo con M. y selecciono los poemas de S., que he de enviar a Valdedios. Hay mucho desorden pero tengo la imprecisable certeza de que quedarán bien. A última hora de la tarde paseamos C. y yo, bajo la tormenta, con la mirada perdida entre los transeúntes. Llego a casa y recuerdo unos versos de Gabriel Celaya, cuando se cumplen 20 años de su fallecimiento: "Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo; / pasar por un camino que huele a madreselvas; / beber con un amigo; charlar o bien callarse; / sentir que el sentimiento de los otros es nuestro; / mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha, / ¿no es esto ser feliz pese a la muerte? / Vencido y traicionado, ver casi con cinismo / que no pueden quitarme nada más y que aún vivo, / ¿no es la felicidad que no se vende?".

sábado, 16 de abril de 2011

Una sonrisa

Es sábado. Me levanto a las 9:30 con energía. Digamos que esta noche por fin he descansado. Hay sol por todas partes y se está bien, aunque sopla un poco de viento, huérfano y apasionado. Algunos días como hoy dedica uno toda la mañana a sacar libros en préstamo. Entre otros: El porqué de las cosas, el libro de relatos, aparentemente simple y esquemático, pero de gran maestría, de Quim Monzó; y El hombre en su perfección, de Baltasar Gracián (que incluye dos obras: El héroe y El discreto). Anoto: "Hace falta mucho para satisfacer una expectación. El que mira espera mucho, porque cuesta menos imaginar las hazañas que realizarlas". Y estoy de acuerdo. Luego, entre el barullo cercano, de muy lejos alguien me mira y me sonríe como aquella vez, improviso. Qué maravilla, claro, sentir tu sonrisa ineludible, como sucede siempre. Vaga distraidamente uno por la calle de Los Moros mirando bien todo. De pronto se dice, por ejemplo, que estaría bien verte más a menudo. Muchos tienen una nostalgia del pasado muy trazada. Yo tengo nostalgia de tu sonrisa. Tu sonrisa, que brilla con luz propia, es bonita para un cuaderno como éste, y ampara sobre sí cualquier mirada. La gente dice: no hablas más que de sonrisas. Pero lo cierto es que, hay que insistir en ello, no hago más que hablar de solo una, como si dijéramos. Concluido El gato encerrado. Me quedo con una frase: "Qué hermoso es fracasar y estar alegres". Antes de acabar el día comienzo, tras casi medio año, un poema que en principio llevará por título "El libro". Dice: "Nos quedaremos solos / con el reloj varado / donde rompe la noche. / Irremediablemente / diremos cada huella / apenas inombrada / con palabra profunda / a un tiempo que honda..." Veremos. Llega uno por fin a casa cuando aún no ha anochecido, nostálgico y entusiasmado, y es agradable recibir tu sms, saber que brindaremos pronto por cosas pequeñas, amables, pues lo importante es brindar, me dices. Aún seguimos vivos. Aún soñamos.

El viaje

Entre niebla y lluvia, un tren que parte.
Atrás se deja el universo entero:
las mismas calles en la medianoche
en brazos de la precaria dicha;
aquellos días en que lo di todo,
las altas llamas de mi corazón,
una puerta con mi nombre y llave
que tú has cruzado siempre a tus anchas
(y da a rincones que aún te aguardan);
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿En vano venimos a vivir,
a brotar en esta seca tierra?
Cualquier café, la melancolía
punzante de despedirse luego,
las plazas y ciudades, deseos,
libros, costumbres, amigos, sueños...
¿Qué es la vida? Un bien que me otorgaron
y yo devolveré con indiferencia.
Ignoro si vendrás en mi busca.
No lamento haberte conocido.
Me alegra saber que sigo vivo.

jueves, 14 de abril de 2011

A tu lado

Cuando de uno dicen que escribe en exceso es porque no pueden decir nada peor.

El poeta puede ser él mismo y cualquier otro.

En un diario la literatura empieza por el escepticismo.

Los espectadores se pasman cuando pasa el tren. Estar vivo consiste en eso.

Entre las cosas cotidianas, tierna y mínima, tu sonrisa.

Las olas van desnudas.

Eva demostró que no hay manzana simple.

La vida es disfrutar de las cosas mínimas.

El secreto es la verdad de tu piel y la resaca de tus dudas.

Se abre un tarro de luciérnagas con tu mirada.

En la conversación el café intenta sonreir.

Al buen poeta le esperan por escribir los mejores libros. Eso es lo que más vale.

Sería bueno pasarse la vida soñando sueños cautivadores.

Sin propósito de enmienda te miro a ti, que te llamas Lujuria. Estoy aquí. A tu lado.

martes, 12 de abril de 2011

Café

Subrayo unos versos de Caballero Bonald: "Me llamo Nadie, como Ulises. / ¿Y quién responde? / Nadie: / una pared vacía, una página en blanco". Se abre la mañana, gris y no muy luminosa, y comienza uno la escritura para vencer a la pared vacía. Hace apenas unos días, treinta y cinco grados. Hoy, apenas veinte. No sabe uno en qué va a parar todo esto. Aún así, la ciudad parece intacta, resulta tan lírica como visible, y uno se echa a la calle a pasear recogiendo, absorto, cafés y edificios para su colección diaria. Anda uno a vueltas con una idea original. Y los minutos se van, claro, no sabe uno a dónde, como ráfagas. Pasemos a la segunda persona. Desembocas  en tu café preferido, no hace falta decir cuál. Te sirve el café, sin falta de pedirlo, N. Últimamente hay muchas N. en tu vida. Algunas regresan, otras se van. Dan ganas de gritarlo en el silencio como el cantante valenciano. N., la camarera de tu café preferido -cuyo nombre no quieres recordar-, es hermosísima. Dice un "Buen día" distinto al resto, y cariñosa. Debes de ser el único que repara en ello. Y no te disgusta, por amor a N., este hecho. Nadie sirve el café como N. aunque desconozca lo que escribes. Anotas luego una ocurrencia para un poema futuro, y sales de allí con buen humor y con los recuerdos en mano. Andas un buen rato, junto al silencio, y te haces con El escritor y sus fantasmas, que te dice: "No hay otra forma de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante" (aunque eso ya lo habías oído antes en La resistencia). Continúas, de regreso, con Siete moderno, otro gran tomo de los diarios de A., que tanto te agrada. El tren va de nuevo por su vía, con parsimonia, y las letras lo dejan aquí, como si entrara también en una estación fantasmal.

lunes, 11 de abril de 2011

72

Basta con un solo lector para que un libro sea libro.

Frío

Ha vuelto, pasados unos cuantos días, el frío, y en cierta manera es lo que andaba uno buscando (aunque dure poco). Allá donde se posan mis ojos, se detienen. Y es como si uno no acabase de creérselo. Salgo a la calle y la lluvia y yo nos abrazamos (es otra forma de decirlo) y nos sonreimos luego mirando a nuestros semblantes como dos viejos conocidos. Quedo para desayunar con J., para ponerme al día, en la calle del Rosal. Llego con las prisas de siempre y hablamos de esto y de lo otro. Me trae un libro, Memoria del paraíso, de la joven poeta ecuatoriana Corina Dávalos. No sé si me gustará pero me convence la cita de JRJ del principio "¡Qué sin ti estás, qué solo, / qué lejos, siempre, de ti mismo!". Este libro, y la cita, a mí me sirven precisamente de excusa para invitarle al desayuno. Al llegar a la librería de viejo nos despedimos. Allí compro un libro que ya quería desde hace algún tiempo: Lorca poeta maldito, de Francisco Umbral. Siempre tuve ganas de leerlo. De vuelta a casa, empiezo a leer El hombre que inventó Manhattan, un libro que merece la pena ser abierto. Al mismo tiempo trabajo en el relato sobre "la ventana" que finalmente quedará más o menos bien. Me llega un sms de mi amigo X. Según parece Mengano ya tiene configurada la lista de los poetas para el recital de abril. Llamará a un par de yogurines -entre ellos uno que le chulea poniendo reparos y condiciones- y repetirá alguno del año pasado. He de confesar que no soy escurridizo. Uno no sabría cómo decirle que no, pero no hará falta. Qué suerte tengo.

domingo, 10 de abril de 2011

Héroes

En el océano de recuerdos y canciones de Ray Loriga, el guionista y novelista madrileño, puede uno dar con frases tan bellas como éstas:

"Me imaginaba fuera, en un sitio mucho más grande, o dentro, en un sitio mucho más pequeño. El mundo entero o casi nada del mundo".

"Mi cabeza iba de las Vegas a mis zapatos, y deseaba más que nunca tener unas botas de charol".

"Cuando paramos en una gasolinera, el tío que ponía la gasolina le dijo: ¿No eres muy joven para un coche tan bueno?, y él le contestó ¿No eres demasiado viejo para un trabajo tan malo?".

"Compraba bengalas y sembraba la autopista de bombillas, por las noches no veía gran cosa pero todo lo que veía era suyo".

"Tropezar supone algún tipo de accidente".

"Tengo algunos amigos muertos que siguen siendo mis amigos".

"Miro pasar a la gente. Ellos visten de negro y Dylan lleva un sombrero blanco".


Ray Loriga, Héroes, Santillana Ediciones Generales, 2oo8.

sábado, 9 de abril de 2011

El espejo de Baudelaire

Hoy, cuando eran las 3, sale uno de casa a cumplir con su plácida rutina. Coge uno la Empresa Fernández a eso de las 15:40 y va leyendo durante el trayecto. Uno se ha acostumbrado, en este sentido, a tomar anotaciones de cuaderno aún a riesgo de mareos. Llega uno a Oviedo y da un breve paseo por el parque San Francisco. En eso ha empleado uno media hora, y luego se sienta frente al ventanal de La Corte a mirar, por una debilidad, a todo el mundo. Con frecuencia, le dan a uno ganas de levantarse, de salir a la calle, parar a una muchacha rubia y muy guapa -siempre hay una-, y decirle "¿no sabes que vas a ser inmortal? Ve tranquila. Cuando regrese al café te escribiré algo". Pero uno nunca lo hace y la muchacha en cuestión se aleja con certeza radical, llevando a lomos su soledad. Comienzo a releer a Baudelaire y sus flores malsanas. Se me ocurre un posible título para un libro, El espejo de Baudelaire, basándome en Paul Eluard. Me levanto sin ganas, y me dirijo entonces a la biblioteca del Fontán. Saco en préstamo El gato encerrado, el primero de los diarios de AT. Es de 1987 (ha llovido). Más tarde, en casa, rumio todo lo que he hecho, y continúo el relato con la ayuda de N. Pienso, al fin y al cabo, que uno no puede hacer otra cosa que lo que le gusta: escribir, quedar con la gente que conoce, observar los paraísos andantes desde su orilla, ilusionarse un par de veces al día, sucumbir a algún libro... Y es que aunque a veces uno se desconoce, casi siempre sabe quién es -me digo ahora. Aún seguimos vivos.

71

La soledad es un destello de la memoria que incita al llanto.

viernes, 8 de abril de 2011

L.

Apenas lleva uno cuatro días de "verano" adelantado y ya echa en falta el invierno. No el tuyo, lo ha dicho uno alguna vez, pues ya lo he olvidado. Qué raro es, en todo caso, ver este panorama a estas alturas de Abril. Subo por las escaleras mecánicas de Llamaquique y es pisar otro mundo, como estar en otro planeta. Bajo hasta el Milán y llego a la cafetería Titanic. Intento trabajar pero apenas avanzo en el relato. Escribir es, a veces, sinónimo de desasosiego: X me distrae, y he quedado con L. que llega más tarde de lo que debiera, para variar. Hablamos durante dos horas de esto y de lo otro, y brindamos por el instante. Me despido luego amablemente. Cuando ya está uno a punto de coger el tren de vuelta, de ir por su vía, aparece de nuevo, salida de la nada, L., y nos despedimos por segunda vez, soñando como el cercano caballero de La Mancha, con mundos mejores. Nunca es tarde.

Tres haikus

Concluyo Héroes, de Ray Loriga, del que ya os hablaré. Mientras espero el momento de brindar con L. por el instante y pienso, como Abril, en detenerme en el calor incandescente, os dejo unos haikus (no muchos) para no romper con mis anotaciones de diario:

1
Tus ojos claros:
materia de recuerdo
y de nostalgia.


2
Nuestro jazmín
va de árbol a árbol.
Aún lo llevo.


3
Hago balance
con todo por hacer.
Aún soñamos.

jueves, 7 de abril de 2011

Una tregua

Para el escritor de diarios el aforismo es una sombra inextinguible.

Soy un efímero con vocación de eterno.

No hay aforismos sedentarios.

Uno no tiene mucha fortuna: tiene pocos enemigos.

En un diario los aforismos, si bien fugaces, se quedan envueltos en toallas de baño.

Esta mañana en el Rastro no compré ningún libro, pero me hice con un puñado de aforismos.

Los premios literarios no son un reconocimiento sino un dolor de muelas.

Quien más, quien menos, tiene un amor desolado.

La vida está repleta de novelas que no estamos escribiendo.

Un diario es lo que ocurre tras una tregua.

miércoles, 6 de abril de 2011

Inventario

El día es magnífico y se agradece. Lo tiene todo. A uno le colma todas la expectativas. Acaso hoy no me iré de vacío. El sol está desnudo en lo alto, se resiste a abandonarnos y no lo hará, dicen, hasta el domingo. Pero en veinticuatro horas todo puede cambiar, o incluso menos, es cosa sabida. Lo decía JRJ y el cambio de temperatura me lo recuerda: lo ideal es trabajar sin descanso alguno. En qué, es lo de menos. Se me ocurre una idea: escribir un poemario futuro bajo el título Acaso invierno. El invierno siempre ha sido un tema recurrente en literatura: Jardín de invierno, Las flores del frío, Misteriosamente invierno, Un invierno propio, dicen algunos títulos, no sé si reales o inventados. El día continúa completo, luminoso, azul. Ningún rastro del invierno. Más vale pensando que estamos en primavera. O más bien verano, ustedes me comprenden . En el café hago inventario de las cosas vistas y sucedidas:

1. La muchacha del tren que me miraba.
2. Llegada a Gijón y paseo para masticar los buenos propósitos del día.
3. Unos niños jugando, a media mañana, a fútbol, cerca de la Avenida de la Constitución. Le arrancan a uno un par de acordes de la infancia.
4.  N. me dice que Madrid está vivo, y qué bien que ya pronto brindaremos. Le doy mi enhorabuena por su libro.
5. Sin rumbo me tropiezo con la calle vacía, inédita, sin transeúntes sospechosos.
6. Escribo anotaciones de café, en mi pequeño cuaderno, que me dejan contento.
7. Un sms de X diciendo que el calor es asfixiante, que también me anima.
8. Cojo de nuevo mi tren, y voy por mi carril. Siempre el espectáculo es nuevo. Otro día igual pero distinto.

martes, 5 de abril de 2011

Certidumbre


A pesar de las heridas luminosas, estoy vivo, y el mundo, mi mundo, florece en tu mirada febril, transparente, inabarcable.

Oportunidad

El día arranca tímidamente, aunque luce en lo alto un sol shakespeareano en celebración por la primavera que le hace a uno cerrar los ojos por un momento para hacer balance. Ayer y hoy he pensado mucho en mi relato sobre "la ventana". No avanza, no sé si lo voy o no a terminar. Demasiado amable, le faltan cosas. Yo espero que Ray Loriga me las aporte. Antes de salir cierro las melancolías en un cajón de mi cuarto. X se comporta como si fuera una cría de 10 años. Pero por otra parte me siento a gusto escribiendo este cuaderno, pienso: sobre la ciudad conocida o desconocida, sobre la confesión de un amor, sobre un hecho interesante o uno nimio, sobre  algún sueño realizado, sobre mi encuentro con X o con Z, sobre la lectura de un gran libro, sobre la visión de una hermosa muchacha que pasa y me mira,...uno, últimamente se muere de ganas por llegar al café habitual y escribir sobre todo esto, como si fuese un adolescente. Es la una del mediodía. Me encuentro en plena Calle General Elorza, que está bien bonita, meditando, y aflojo mis pasos para redactar todo en mi mente. Salen las frases solas. A última hora llego al Café Riego y continúo la lectura de Cuentos a la intemperie, de Juan José Millás. Quiero darle otra oportunidad a mi relato para tener la conciencia tranquila. Llego a casa ilusionado. Ha sido, con todo, un buen día. Será por eso que uno se siente, al fin y al cabo, íntimamente feliz.

lunes, 4 de abril de 2011

Diez palabras

"De tu invierno ya lo he olvidado todo". Me levanto con esta frase suelta que anoto. Los sueños siempre lo ponen todo patas arriba. Me visto y salgo a la calle. No dejo de sorprenderme de cómo amanece el día. Me roza su luz y miro los transeúntes que pasan. Su duración es de apenas unos segundos. Me miran y entonces se evaporan como es costumbre. La rutina es también una forma de abrigo. Y es que de la ciudad pudiera afirmar uno lo que Alberto Caeiro admitió para la poesía: no es una ambición, es una manera de estar solo. Compro en Quijote El hombre que inventó Manhattan, de Ray Loriga, con el que trabajaré en el futuro. Luego, doy mi paseo habitual mientras me encamino al café para escribir en mi cuaderno. Una vez allí, comienzo la lectura de Mar sin orilla, de Andrés Trapiello, similar -se nos dice- a El azul relativo y La brevedad de los días, que ya leí con anterioridad. El título viene de la cita de Unamuno: "¡Oh sueño! ¡Mar sin fondo y sin orilla!" Me detengo en la parte titulada "Diez palabras" de "Algunas olas sueltas". En ella se hace una lista de las diez palabras más hermosas a juicio del autor (pudiendo ser mañana otras distintas). Las de uno, si medita un poco, serían las siguientes:

1. Coraje. La palabra más necesaria.
2. Ciudad. A uno le gusta atravesar la ciudad, cualquier ciudad, con su rumor de cuerpos que no cesa, ya sea verano o sea invierno, sus calles me ofrecen sus esquinas, sus ventanas, sus puertas.
3. Porvenir. Nos hace pensar tibiamente en "cualquier cosa y no eso / que esperamos aún, todavía, siempre".
4. Silencio.
5. Jazmín. Cada nostalgia tiene uno particular, combado por las heladas, que se resiste a ser ceniza.
6. Posdata. O "aquello que se añade a una carta ya concluida y firmada".
7. Luna. La misma que soporta, sobre sus hombros, los fantasmas de cada insomnio.
8. Andén. Ése en el que espera un tren feliz al que seguramente no hemos de subir nunca.
9.Tiempo. Inexorable y lleno de irrealidad, lo que somos.
10.Alegría. Uno tiene derecho a la alegría. A veces es febril o rugiente o inabarcable. Pero siempre cargada de futuro.

domingo, 3 de abril de 2011

70

El mundo se detiene en tu sofá soñando recuerdos futuros.

Ya mismo

De Mis paraísos artificales, de Fracisco Umbral: "-¿Pero es que se va usted a morir ya mismo? -me pregunta una admiradora argentina. -Yo nunca me moriré ya mismo, señorita. Yo procuraré morirme gramaticalmente, como he vivido. Ustedes, allá en América, se mueren ya mismo. Pero eso es un barbarismo que yo no me puedo permitir ni en la hora de la muerte".

sábado, 2 de abril de 2011

En la vida como en la canción de Bob Dylan

Me hago con la novela Héroes, del guionista y director de cine Ray Loriga. Comienzo a leerlo con cierto interés. "Muchos años más tarde estuve en Berlín con ella", dice casi al comienzo del libro. "Berlín", continúa diciendo, "es una ciudad jodidamente extraña. Contamos ángeles debajo de la lluvia, saludamos a la gente del circo cuando ya se marchaba, compramos medallas a los desertores y yo me acordé de algo que decía Bob Dylan: Te dejaré estar en mis sueños, si yo puedo estar en los tuyos. Cierro el libro. A veces, como hoy, hace frío pero uno se decide a brindar de nuevo por las ciudades hechas a la medida de nuestro corazón, o algo así, ciudades tan jodidamente hermosas como extrañas. No sé por qué anoto esto aquí, reflexivo y ceniciento. Antes de acabar el día rescato esta frase: "Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de acero".

viernes, 1 de abril de 2011

Sí y no

Brindo y río con viejos amigos: Marcelo García Martínez, Óscar de testigo, y mi hermano César, en el Titanic, en este viernes que agoniza. Uno recuerda a su prima Laura a la que debe un puñado de ratos castizos. Pero es grato brindar, combado por la Heineken, por futuros proyectos e inquietudes inciertas. Nunca es tarde si la copa es buena. Podría decir que me cae bien la gente difícil -y son las diez de la noche- porque en ella los sueños giran despacio, la entiendo, aunque tú no lo creas.

En sueños

Esta noche, como tantas, hice en sueños un viaje. Volví a Astillero, donde los árboles siguen creciendo sin nosotros, con un vago desánimo. Los árboles, que todo lo ven y todo lo saben, suelen ser irreflexivos. Atravieso, con ojos enrojecidos por el sueño, la complaciente Travesía de Orense que lleva hasta la Plaza del Mercado. Me siento, errante y humilde, en el café Cires y tomo anotaciones. Al salir, echo a andar con las manos en los bolsillos, y me fijo en sus habitantes, en los transeúntes que deambulan de acá para allá, que corren o solo pasean, que en el último momento suben de un salto al autobus en marcha o que se hallan sentados perezosamente en los bancos del Paseo de los Ferrocarriles o cerca de la Ría. Yo también estaba allí. En la Plaza del Mercado, en el café Cires, en aquella Travesía. Presto atención y creo oír tu voz suave y apagada. Algo me dices pero, de súbito, me despierto. Con los sueños siempre ocurre lo mismo. Un sueño es, a la vez, quieto y móvil. Con las prisas de siempre me visto y me encamino a Mieres (con Astillero que me ronda la cabeza). La alocada primavera ha traído un sol eterno y luminoso y uno, mientras tanto, va perdiendo la ciudad real, para buscar otra imaginaria, como decía Adam Zagajewski. Saludo entonces a la mañana y llego a la biblioteca de Vital Aza. Saco los Cuentos a la intemperie, de Juan José Millás, y solo por eso, el trayecto merece la pena. "No había firmado el contrato con la realidad, actuaba en otro teatro, en otro país", dice el libro que ahora cierro. Y uno sabe que hoy, por unos minutos, ha sido cierto.