lunes, 28 de febrero de 2011

Tres haikus

Aquí van estos tres haikus mientras trato de no bajar la guardia y sigo con mis lecturas apresuradas y con mis planes de pasado:

I
No me recuerda
lo que fui, es tan poco.
El tiempo danza.


II
Hay muchos días
que veo a Baudelaire.
Está conmigo.


III
Tal como Sísifo
empujando la piedra
del amor viejo.

domingo, 27 de febrero de 2011

El sueño de Dickens

Más allá de la vida, de Clint Eastwood. Diferente historia que toca el género sobrenatural pero dirigida de la misma forma sobria. Y no aspira a más. Pienso en El sueño de Dickens (cuadro de Robert William Buss que aparece en el film), y me imagino que todos los yo que fui algún día me rodean en el aire.

sábado, 26 de febrero de 2011

Lluvia de invierno

El tren a Gijón. El día está apagado y el viento corre sin dirección aparente. "La lluvia. / Ha venido la lluvia con cara de serpiente", decían unos versos de Francisco Umbral que a mí me gustan especialmente. Cierro su Obra poética (1981-2oo1) que compré en una librería de saldo. Luego concluido Cuadernos de Lanzarote, de José Saramago, que me inspiran alguna que otra idea para mi diario. De vuelta a casa-tímidamente- con tu sonrisa.

jueves, 24 de febrero de 2011

En una tarde

La Corte. Lectura de la Antolgía poética  de José Hierro editada por Alianza. "Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría / no podrá morir nunca", dice uno de los poemas de Tierra sin nosotros, titulado "El muerto". Más tarde me detengo y hago balance. ¿Es sabio quien se contenta con el espectáculo del mundo? se decía en algún momento de su vida Ricardo Reis. Va pasando la tarde y yo voy pasando los ojos sobre las calles adyacentes, y me respondo que sí. Me siento un Fernando Pessoa de café con leche, cálido y grato. Entonces pienso que seré muchos hombres en una tarde. Hoy ya sé que tengo que conformarme con la esperanza de haberte oído decirme alguna cosa. Sigues viva.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Tu voz

(8:35) Bella mañana. Uno está a gusto en la calle, que es lo suyo. Paseo a lo largo y ancho de la ciudad mientras imagino tu voz que llevo echando en falta desde el sábado, aunque tú no lo sepas. Los cafés aún están dormidos, desperezándose entre sus sábanas. Concluido el relato en homenaje a Georges Perec que, en principio, llevará por título "Señales". Empiezo ahora Cuadernos de Lanzarote, de José Saramago. "Horas demasiado lentas, días demasiado rápidos", me dice.

martes, 22 de febrero de 2011

Primeros poemas

Concluido la Antología poética de Antonio Gamoneda, que compré el miércoles en una librería de ocasión. Del mundo literario del Premio Reina Sofía (2oo6) me interesan por lo leído (poco, tras sesenta años de trabajo poético) sobre todo sus primeros libros, acaso menos experimentales en mi opinión. "Es un hombre. Va solo por el campo. / Oye su corazón, / cómo golpea, / y, de pronto, el hombre se detiene / y se pone a llorar sobre la tierra", dice uno de sus poemas de La tierra y los labios (1947-1953); o el escrito en el Ferrocarril de Matallana, uno de los que más me entusiasman, perteneciente a Exentos I, que concluye: "¿Qué hago aquí?, ¿quién me espera en / este lugar excavado en el silencio? / No lo sé; con el tren se aleja / algo que es cierto aunque no puede ser pensado; / es algo mío y no me pertenece. / Está dentro y fuera de mi corazón". Pero si me permitieran elegir uno solo de esta breve antología yo escogería sin duda uno de los poemas de Blues castellano (1961-1966), se titula "Caigo sobre la silla" y habla sobre el valor de la amistad (y copio íntegro) "Cuando yo caigo sobre una silla / y mi cabeza roza la muerte; / cuando cojo con mis manos la tiniebla / de las cazuelas, o cuando contemplo / los documentos representativos / de la tristeza, es / la amistad quien me sostiene".



Antonio Gamoneda, Antología poética, Alianza Editorial, 2oo6.

lunes, 21 de febrero de 2011

Dulce y amable

De golpe, la lluvia quiere que la escuche tras los cristales, y yo me deshago en ella. Una muchacha me observa durante el trayecto. Es alta y morena y delgada y adolescente. Me observa, incólume, mientras escribo estas líneas y hago mis planes. Cuando desciendo del tren aún llevo sus ojos conmigo, como un candil en la nada. Camino por la calle entre la gente. La ciudad huele a tierra mojada, a cafeterías, a neumático, a cine, a plazas abiertas, a jazmín fuerte que combate las heladas. Sigo con Franz Hessel: “Quiero volver a mirar la ciudad en la que vivo como lo hice la primera vez o encontrar la forma de volver a hacerlo”. Mi rostro amanece de gris y azul, salto algunos charcos y entonces miro el mundo con tus ojos, buscando la senda que lleve a ti.

domingo, 20 de febrero de 2011

Titanic

El tiempo es otro. Me adhiero a tu sonrisa de cisne, que dulcifica el recuerdo, y llevo en mi lomo el azul de tus ojos algo tristes. “Llámame cuando llegues” “Te eché de menos”. Sé que queda todo por hacer. La vida es celebración. También comienzo y abrazo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Travesía del Cires

1
¿Cómo llamar,
cómo decir arena,
y permanezca?


2
Toda la noche
abierta la ventana.
Vendrá la luna.


3
Resbala el frío
y viste mi inquietud
con tu recuerdo.


4
Barcas de fondo
descansan como inertes
sobre la ría.

viernes, 18 de febrero de 2011

Algo bueno

Poco sueño; tiempo nublado y amenazador; sigo con mis rutinas: empezado Paseos por Berlín, la excelente obra del traductor de Proust, Franz Hessel; escribo unos haikus para el diario. Anoto esta idea de Max Aub: “Sacar de cada cosa algo bueno. Asombrarse. Hallar en todo razón de vida y darle gracias al cielo que es la tierra. Olvidar”. Y yo lo suscribo todo, salvo lo de olvidar.

jueves, 17 de febrero de 2011

Omar Khayam

“Era la edad de leer a los poetas orientales, cuanto más orientales mejor. Yo leía por entonces a Omar Khayam, y Omar Khayam decía: En ti mismo están cielo e infierno. En mí mismo estaban cielo e infierno, o, cuando menos, dentro de mi misma casa". Cierro Las ninfas (Premio Nadal, 1975), la sugerente novela de Francisco Umbral. Y recuerdo entonces algunos de los versos del viejo poeta persa de la mano de un verdadero enamorado de sus rubayatas, mi amigo Javier Almuzara. “Todo lo hermoso es breve, y por breve aún más bello. / Mientras el cuerpo aguante, no renuncies a nada. / Llorarás tus desdenes cuando blanquee el cabello. / Disfruta del momento: solo dura un momento”. Gocemos del instante alzando la copa en el Cires, como os dije no hace tanto, y pensemos en qué debe ser vivir. Hoy es siempre.

67

Si no hay un lector es como no haber escrito nada.

miércoles, 16 de febrero de 2011

El cuaderno gris

Compro en una librería de Gijón, por algo menos de dos euros, El cuaderno gris, de Josep Pla. Y no me canso de leerlo. Es exacto, pulido, excelente. En las primeras páginas me encuentro con el siguiente párrafo verdadero: "A veces me paseo por las calles con el exclusivo objeto de mirar la cara de los hombres y de las mujeres que pasan". Y así, uno mira por la cristalera del café y, mientras escribe estas líneas, piensa que está aquí, comunicado con el mundo, tocado por todos los resquicios, perseguido por cualquier jazmín implacable. Entonces salgo impaciente y veo por  el sol de la calle a la gente que marcha y vuelve, paso a paso, con su silenciosa melancolía. El mundo, trato de convencerme, solo empieza a estar claro con nuestra propia mirada.

martes, 15 de febrero de 2011

Cuaderno de Nueva York

Concluido Diario político y sentimental, de Francisco Umbral. Me detengo en unas palabras que le dedica a José Hierro respecto a su libro, Cuaderno de Nueva York: "Cuaderno de Nueva York no se deja abrumar por la gran ciudad, sino que es un poemario que ocurre (a ratos) en Nueva York porque en algún poema se habla de la ciudad o porque, hablando de otras cosas, se supone que esas cosas han sido escritas en ella. Quiero decir, en fin, que José Hierro, en Nueva York, como en Santander, va gestando un gran libro con la mayor naturalidad posible, va dejando que ese poema fluya, si le fluye, y más que un cuaderno de NY lo que tenemos aquí es un cuaderno -uno más- de JH".
Ganas de releer Cuaderno de Nueva York con otra vista. Nunca es tarde si la crítica es buena, pienso.

lunes, 14 de febrero de 2011

66

Un diario sin vida es una casa cerrada.

Lugares de alegría

Ya saben lo que decía aquel poema de José María Micó sobre Divieto di Sosta: "Estoy en lo más alto del Castel dell'Ovo. / He cruzado sin prisa la ciudad, / sin prisa y con asombro: / Sedil Capuano, Tribunali, Duomo... / cierro exhausto los ojos / y a mis espaldas la ciudad resuella / con la opulencia del que vive mucho / y del que tiene mucho por vivir". Entonces cierro el libro y también los ojos y tengo la sensación de que el jazmín del pasado tiene aún algo de felicidad: París, Algorta, Barcelona, Ramales de la Victoria, Torrevieja... Calles, rincones, cafés, recuerdos que uno ha amado y ama todavía pues, ya digo, esté donde esté, siempre estaré en esos lugares.

domingo, 13 de febrero de 2011

Las vidas del poeta

He leído Confieso que he vivido, de Pablo Neruda y me he quedado con frases sueltas que son tiempo de soñar y de vida. Copio aquí algunas con la única intención de que el tiempo no las borre y las convierta en humo:

Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta.

La locura, cierta locura, anda muchas veces del brazo con la poesía. Así como a las personas más razonables les costaría mucho ser poetas, quizás a los poetas les cuesta mucho ser razonables.

Yo he sido un hombre demasiado sencillo: éste es mi honor y mi vergüenza.

Los Veinte poemas son el romance de Santiago, con las calles estudiantiles, la universidad y el olor a madreselva del amor compartido.

Persigo algunas palabras...Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema.

El escritor joven no puede escribir sin ese estremecimiento de soledad, aunque sea ficticio, así como el escritor maduro no hará nada sin el sabor de compañía humana, de sociedad.

Vi a Valle-Inclán una sola vez. Muy delgado, con su interminable barba blanca, me pareció que salía de entre las hojas de sus propios libros, aprensado por ellas, con un color de página amarilla.

Siempre me preguntan, especialmente los periodistas, qué obra estoy escribiendo, qué cosa estoy haciendo. Siempre me ha sorprendido esta pregunta por lo superficial. Porque la verdad es que siempre estoy haciendo lo mismo. Nunca he dejado de hacer lo mismo. Poesía?

Cierro el libro entonces y no estoy en el espacio ni desaparecido en el profundo suelo. Estoy aquí y allá, contigo, con Neruda, no estoy solo, sino como en un sueño.

sábado, 12 de febrero de 2011

viernes, 11 de febrero de 2011

Madrid

Disfruto con el ir sin rumbo por las calles de Oviedo, tan conocida y ajena. Tras escribir un borrador, comienzo la lectura de Peatón de Madrid, de Miguel Sánchez-Ostiz, que está entre la crónica y el cuaderno de a bordo. “Madrid es una ciudad ideal”, admite, “para perderse en ella y también para encontrarse con ese viejo conocido, uno mismo”. Salgo del café insomne y me encuentro conmigo, a la altura de General Elorza, y también luego, cuando me extravío en el vaivén de Uría. Y así voy tirando con tu silueta cortándome la cara. Y digamos que me siento “vagamundos” de la ciudad en la que habito como quien está de paso, como quien cumple tantos años como promesas. Qué ganas de verte.


Despiertas

El recuerdo de otro tiempo, el recuerdo de lo irrecuperable: al fin asimilado.

jueves, 10 de febrero de 2011

Oxímoron

Vivir con verdad que sorprende tu boca. La verdad y la mentira de las soledades humanas. El trato con desconocidos sin brújula, el no llegar a desvelar jamás lo que hay detrás de una mirada indecisa que se parece a la tuya demasiado. Nada nos incendia como una mirada. La mirada del olvido, la mirada del amor, la mirada de la excusa. 15:20. Como cada mañana el sol se levanta a mi espalda, pero esta vez en Avilés. Día radiante. Imagino los sitios donde estarías. Y sueño, como otras veces, que vuelvo a Astillero, que rodeo la Travesía de Orense en tu busca, y se me llenan los labios de oscuridades claras y vacíos habitados. Solo el amor es duro, me repito. El caso es que estoy en Avilés. La ría se transforma de improviso en la Ría de Solía para tenderme su brazo. Escribo tu nombre en todos los árboles bajo la lucidez del día y sus preguntas, y me siento vivo irremediablemente. Ya metido en las dudas de la noche, regreso a casa pensando en ti, febril de tu futuro. Y tarareo una canción adolescente, pues sigo vivo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

65

Escribir es hacerle un traje al tiempo.

Ahí está

Vuelves a los viajes. Vuelves al mundo. Todo está afuera. Nada hay en el interior. El día es lúcido como un pensamiento y tiene la anchura de una nostalgia. Lo que el mundo es, ahí está, dijo alguien. Los secretos del universo, la perezosa felicidad arden en la hoguera del día. Entonces concluyes tus lecturas más próximas. Te enciende la mirada de una muchacha en el café Central, ya sabes, breve y frágil.
Lees:
Alguna cosa ha entrado
en un poema que sé
que he de escribir, y no
sé cuándo, cómo o qué
querrá expresar. Si puedo
lo guiaré hacia ti.
Que diga tus cabellos
o la escama de sol
que te tiembla en la uña.
Pero quizá no siempre
tendré del todo en cuenta
lo que ahora veo en ti.
He oído el son oscuro
de algo que se me cae
a un pozo. Cuando flote,
¿sabré reconocer
que viene de este instante?.

Cierras el libro que queda eternamente abierto para ti. Nunca te cansas de leer a Gabriel Ferrater. Ya estás de vuelta, en el tren de cercanías, con la dicha en los bolsillos. Traes el desconcierto de una vida. Y unos ojos de mujer.

martes, 8 de febrero de 2011

Los días cruzados

Me despierto con cansancio, sin ganas de hacer nada. Mientras pienso en esto y lo otro, me dirijo a Oviedo e intento empezar un relato. Me gusta el tono. El comienzo es un homenaje a Georges Perec: "Al despertar solo queda esta frase: La ciudad anda cerca..." Sé que solo es una primera versión que reescribiré de cuando en cuando. De regreso a casa lectura de La casa del rojo, de Sánchez-Ostiz y de Mortal y rosa, de Francisco Umbral. Se me ocurre un posible título para el diario: Los días cruzados.  Sin lugar a dudas, lo mejor del día.

lunes, 7 de febrero de 2011

Esos viejos versos

Vuelven esos viejos versos de Antonio Machado: "Dicen que un hombre no es un hombre / hasta que no oye su nombre / de labios de una mujer. / Puede ser".

Otro día

Otro día claro. Paseo por la Calle Uría con cara de asombro y observo el sueño de la ciudad que necesita moverse. Después café matinal en el Dial (apunto: añadir a mi lista de cafés). El valor de escribir, pienso, como forma de entenderse pero en soledad. Bucear en la memoria. Abrir puertas. Cerrar heridas. Pasar páginas. Comienzo la lectura, lenta, de Mi abuelo, la admirable novela de Valérie Mréjen. Ganas de escribir algo similar sobre las ciudades. A última hora de la tarde, cuando se acerca la noche irreparable, y aunque me deje las manos yertas, la recibo como es costumbre con una de mis frases: "He colocado cristales en la entrada de casa por si viene la luna".

domingo, 6 de febrero de 2011

64

Llega un momento en la vida de un escritor en que se encuentra frente a frente con el tiempo.

Febrero huele a vida

Febrero huele a vida y mía es su risa. La mañana es muy hermosa con su luz inesperada y mi diario se llena de flores. Hay una frase de Pablo Neruda que cada día medito más, y no solo por su cercanía, sino porque bien podría aplicarse a mí mismo. Dice el poeta chileno: “Andan muchos días iguales persiguiéndose”. De igual modo, yo me persigo incesantemente, en la ciudad, frente a la terraza. Me detengo de pronto, distingo mi propia sombra que me sigue sin extraviarse. Pasa un minuto y un cuarto de hora. Ahí estoy yo, quién sabe por qué, conmigo.

viernes, 4 de febrero de 2011

62

La verdad, siempre que llega, nos sobrevive.

Lejos

Estoy leyendo, releyendo mejor, Una verdadera novela. Memorias, de Philippe Sollers. "La pasión es el imperativo de presencia, porque esa presencia nunca habría debido presentarse, y porque en cierto modo confisca el tiempo mismo", parece decirme. Y entonces sueño estar lejos, muy lejos, en una isla desierta, sin rumor de cuerpos, sin horarios, cargado solo con algunos libros clásicos y con una sola mujer.

jueves, 3 de febrero de 2011

Aquel París

Compro la Selección de mis versos, de Carlos Bousoño. Le echo un vistazo. Luego saco en préstamo Lugares en el tiempo, de Jean Améry (o Hans Mayer, según se mire). Todo el mundo conoce la ciudad aun antes de conocerla, dice. Calles, calles. Boulevard Saint Germain, rue de deux Écoles, rue Condé, rue Racine, rue Dauphine, rue Gay Lussac, rue de l’Estrapade: calles que configuran una ciudad o una pequeña ciudad, el minúsculo Barrio Latino, en donde tiene su patria el espíritu de París o el espíritu por antonomasia. Calles que son mejores que cualquier hogar para aquel que guste de caminar. Cierro el libro. Regreso a aquel París detenido en 2oo5. Antes de pasear por sus calles y habitar contigo el Café d’Hauteville, anoto la siguiente idea en mi diario: Para escribir de la memoria dudosa debiera escribirse del camino recorrido tibiamente, de soledad y tarde, de las citas rotas, de los labios rotos también, de nuestras deudas y sus porqués.


miércoles, 2 de febrero de 2011

Asfalto

Hoy ha sido un buen día en Gijón, como siempre acostumbra a ser. Hojeo la prensa en el café Cambridge. Ganas de estrenar el "tren-tran": tranvía que circulará por Avilés en poco más de un año y que a mí me transportará, casi sin quererlo, al viejo Bilbao o a la añorada Lisboa. "Menos contaminante, más rápido y eficaz" se nos advierte en el artículo (aunque uno lo que quisiera es que fuese lento como este café o esta frágil ilusión). Leo Destellos de vida, las memorias de la primera esposa de Stefan Zweig, Friderike. "No soy capaz de imaginar meta y satisfacción sin una sensación cómica de fusión y entrega", dice el 26 de octubre. Y yo lo suscribo. Doy un espléndido paseo por la Avenida de la Constitución, donde me encuentro con la Calle Adaro, a medio asfaltar. A esa calle le debemos Nerea y yo la mayor de las felicidades. Y entonces uno siente la necesidad de volver, de verte caminar conmigo una tarde, en invierno. Y me digo simplemente ¿Podrán asfaltar algún día aquella sensación de calma? Excelente pregunta, que no necesita respuesta. Ya cuando cae la noche, hago balance del día, y anoto esta frase: "Tengo un fuego que nunca se apagará en la nieve".



martes, 1 de febrero de 2011

El norte

Ayer y anteayer, sueños largos y complicados que recuerdo con dificultad. Al despertarme concluido Bilbao-New York-Bilbao. Comienzo otras lecturas de interés. Me gustaría tanto ser feliz y habría pedido tan poco para serlo...se lamenta Mihail Sebastian en su Diario (1935-1944). Y a mí me recuerda a un autor portugués pues todos los ríos se parecen al de Heráclito. Luego, con el protagonista de su novela, añade: "Voy con la brújula en el bolsillo buscando el norte. Si bien lo pienso, me parece que es lo único que he buscado de verdad en la vida, el norte". Ya por la tarde, cuando el reloj da las 6, improviso un haiku: Vendrá la luna / a buscarme en la noche. / Será un espejo.