lunes, 31 de enero de 2011

Encuentro en el ascensor, de Vladimir Holan

Entramos en la cabina y estábamos allí solos los dos.
Nos miramos sin hacer otra cosa.
Dos vidas, un instante, la plenitud, la felicidad...
En el quinto piso ella bajó y yo, que continuaba,
comprendí que nunca más la vería,
que era un encuentro de una vez para siempre
y que aunque la hubiera seguido lo habría hecho como un muerto,
y que si ella se hubiera vuelto hacia mí
sólo hubiera podido hacerlo desde el otro mundo.

61

Un billete de ida es siempre un buen tesoro.

domingo, 30 de enero de 2011

La vieja Algorta

El frío cubre mi espalda. Días oscuros, ventosos, con el oso polar de la nieve acechando y en los que todo sabe a despedida. Alguien decía que el viento es torpe: el viento no sabe cerrar una puerta. Vuelvo en sueños a la vieja Algorta, y tu risa me acompaña, sigue siendo mía, y todo mi dolor se cura. Soy viento en tu Edén, tampoco sé cerrar las puertas.

"Vuelvo" Ismael Serrano

sábado, 29 de enero de 2011

Despierta

Me levanto temprano, con la primera luz, para escribir. Frío y nieve en el lugar en el que habito. Decía Borges que todo amanecer nos promete un principio. Nos lo promete, aunque nada más. Una mujer ausente, a pasos oídos, corretea por mis sienes. Y yo recuerdo unos versos de Serrano: “Despierta, / aún estás a tiempo / de tener algo que contar / cuando, ya de madrugada, / la hoguera ilumine a los rostros / que esperan impacientes / quemarse con las brasas de tu historia”.

viernes, 28 de enero de 2011

60

El buen recuerdo nunca nos llevará la contraria.

Prólogo

El placer de despertarse completamente viernes. Salgo a la calle meditando. Gran paseo matinal que me permite ver nuevo mundo con sabor a prólogo después de una noche de frío. Releído después las Obras completas, de Wolfang Borchert. Tomo anotaciones. Siempre se anota lo que a uno se le ocurre, según le ha pasado. O leído. Y es que alguien decía que la memoria es una buena manera de amañar la propia vida.

jueves, 27 de enero de 2011

59

Mira este amor envejecido, menos que nada ante el nocturno viento.

Simulacro de sueño

1
Voy por la calle
cantando con la tarde
y con la gente.

2
La luna guarda
en el cielo de enero
todas las sombras.

3
Café humeante.
Con suavidad el mundo
roza mi hombro.

4
No sé qué pasa,
te busco en los tejados.
Gatos cantando.

5
Bajo la nieve
invisibles semáforos.
Sombra de niño.

miércoles, 26 de enero de 2011

58

Las ciudades a las que uno nunca ha viajado. Y que, sin embargo, nos acompañan de un modo inesperado. Por qué motivo. Somos alguien que no existe.

martes, 25 de enero de 2011

Bilbao- New York- Bilbao

Son las 10: 27. Por la ventanilla del tren puedo ver un sol incesante. Apenas llego, huyo a la cafetería buscando un poco de paz. Me dedico a mirar a la gente mientras pasa y a esperar a la vida que nunca se sienta conmigo. Conversación luego con José Luis Sevillano acerca de Pablo Anadón y el paso de los días. “Las casas se mueren si nadie las habita y también las personas”, dice Kirme Uribe en su apasionante novela Bilbao- New York- Bilbao. Comienzo a leerla —mi compañero de gremio ya se ha ido— y me atrapa desde la primera página. “Los peces y los árboles se parecen”. “Se parecen”, dice, “en los anillos. Si hiciéramos un corte horizontal en un árbol veríamos sus anillos en el tronco (…) Y como los anillos de los peces, los momentos más difíciles van marcando nuestras vidas, hasta convertirse en la medida de nuestro tiempo”. Y uno, fiel a sí mismo, regresa al aeropuerto de Bilbao repitiendo los gestos de la adolescencia: “El cielo está completamente azul. El viento sur ha templado bastante la temperatura, teniendo en cuenta que estamos en noviembre. El otoño es la época del viento sur en esta tierra”. Es la novela de Uribe un viaje íntimo y personal, como se nos advierte en la contraportada, un faro de luz y memoria.


domingo, 23 de enero de 2011

sábado, 22 de enero de 2011

Homenaje a Katherine Mansfield

Un abismo borrado nos consume.
Yo estoy de un lado del abismo.
Tú estás del otro.
Tu luz de faro me ilumina en tanta distancia.
Basta mirar por el retrovisor
y fingir que mantienes tu palabra.
Cómo podría obedecernos nuestro futuro
-nunca surcándonos, acariciándonos.
Alguna vez sin duda
pensé en ocuparlo
con nuestro llanto desvelado.
Pero ahora quisiera corromperlo
solo con el calor de nuestra risa.

Pasado

Como un latido, a veces los momentos, vuelven a ser eco en nuestro pecho para recordarnos que estamos vivos. Sigo con la limpieza de mi cuarto. Viejos papeles que me miran de reojo y alargan sus dedos. Historias de las que no me acuerdo pese a todo. No todas son frío y herida. Algunas son radiantes y cándidas. En un poema encuentro tu sonrisa de faro, te llamo por tu nombre, y las palabras vuelven a ser palabras. ”Soy lo que seré. / Lo que seré soy”, dicen sus últimos versos. Hay días en que, si se tuviera, se daría algo valioso por volver a aquel pasado imperfecto. Aunque, bien pensado, tenemos toda la vida por delante. Abracemos una botella de vino en el Cires, y alcemos la copa como Omar Jayyam. Hoy es siempre.

viernes, 21 de enero de 2011

La risa en la que anido

(14:12) En el tren de cercanías apenas una docena de usuarios. No hay nada más atrayente que un viaje de tren, pienso. Algunas veces imaginé que viajar era marcharse. Ahora sé que viajar es recordar súbitamente. Ver volver. Y volver a ver. Vivimos en un mundo temperamental donde los pasajeros quieren decir cosas, son penetrables, están llenos de certidumbres rugientes, nos hacen ver y no ver, dejan briznas de sentido. Apunto: a mi izquierda un tipo bien vestido, con gafas, joven y aparentemente feliz, que está leyendo. Acaso algún libro de Kafka. Delante de él tres hombres con el pelo muy blanco, majestuosos, dinámicos, conversan acerca de subterráneos y de aparcamientos. Por último, al fondo, aunque nadie pueda verla, me parece entrever una muchacha morena, de unos 35. Está muy pálida, parece convaleciente, pero aun así me sonríe, radiante. Y entonces mi rostro se organiza alrededor de su mirada y me doy cuenta de que otro mundo es posible, y de que lo más hermoso es siempre lo más inesperado.

jueves, 20 de enero de 2011

Avilés

(11:30) En Oviedo, con su lento amanecer, a la espera del Alsa, pero ésta debe ser mi segunda o tercera hora en Avilés. He enviado por delante mi cabeza desdibujada, que andará abordando sin alma algunas calles, secretamente. Las razones por las que uno viaja suelen ser diversas, pero una de las más habituales es no tener ninguna razón. Llego, dudoso, a mi destino fijado y mi alma recupera su cuerpo. Éste me indica una librería de viejo llamada "Llanoponte" y me incita a comprar Utopía, de Tomás Moro y El diario de los viajes, de Gaspar Melchor de Jovellanos. "En la ciudad escucho preguntas donde otros solo oyen silencios", me digo para mí. Y es que cualquier sitio puede ser un lugar cercano. Pero ¿dónde está Avilés? Me resulta todo cambiado y no cambiado, tanto como uno mismo. La Fuente de Los Caños y Calle Rivero, Plaza del Carbayedo, Parque de Ferrera con su variedad de pinos y con sus bancos impacientes, el murmullo de algún borracho: En boca cerrada no entran moscas. Por las calles, perdido, un océano de notas de acordeón que vagabundean como viajero, y el rumor de la vida no cesa bajo un cielo luminoso como aquel de nuestra infancia. Un paisaje alquilado, familiar, que guardaré para siempre bajo mi piel: otra vez de viaje con tu sonrisa prendida en mi mente. Otra vez en Avilés, acaso por primera vez.


 

miércoles, 19 de enero de 2011

56

Cuando lo hayas escrito, olvídalo.

Una vida normal, de Adam Zagajewski

Nuestra vida es normal
leí en un periódico  arrugado
que alguien dejó en un parque.
Nuestra vida es corriente,
leí en los filósofos.

Una vida normal, días, preocupaciones,
alguna vez un concierto, una charla,
un paseo por las afueras de la ciudad,
una buena noticia, una mala noticia;

pero las cosas y los pensamientos
estaban como inacabados,
sólo esbozados.

Las casas y los árboles
ansiaban otra cosa
y en verano los verdes prados
yacían en un planeta volcánico
como un manto en el océano.

Los cisnes negros ansían luz.
Febriles respiran los bosques,
las nubes cantan en voz baja,
suplica lluvia una oropéndola.
La vida normal ansía.


Adam Zagajewski, Antenas, Editorial Acantiado 2oo7.

martes, 18 de enero de 2011

55

Esta mañana tu balcón da tibiamente al infinito y yo siento en el corazón un latido roto.

La noche que vendrá

He contemplado amanecer pensando en la senda que lleve a ti. Hoy no he perdido el día. Leo unas palabras de Silvia Plath: “El viento ha empujado una tibia luna amarilla hasta colocarla sobre el mar: una luna bulbosa, que brota en el terroso cielo añil, derrama, con sus guiños, blancos pétalos de luz sobre estremecidas llanuras negras de agua oceánica”. Trato de descansar antes de que se acerque la noche y me tienda su mano, pero antes improviso un haiku mío y no mío que zarandea mi memoria, pues escribir es mi forma de ser, a la que nada reemplazará: “La luna llena / rebosante de luz, / derrama pétalos”.

lunes, 17 de enero de 2011

54

A debida distancia cualquier rostro es un enigma.

Escribir

Escribir a pesar de todo pese a la desesperación. Qué desesperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre. Escribir junto a lo que precede al escrito es siempre estropearlo. Y sin embargo hay que aceptarlo: estropear el fallo es volver sobre otro libro, un posible otro de ese mismo libro. Marguerite Duras, al escribir estas palabras, piensa en la soledad de su casa: “Se está solo en una casa. Y no fuera, sino dentro. En el jardín hay pájaros, gatos. Pero también, en una ocasión, una ardilla, un hurón. En un jardín no se está solo. Pero, en una casa, se está tan solo que a veces se está perdido”. En una casa, al igual que en cualquier ciudad equívoca, piensa uno, a veces se está solamente con la vida entre los brazos. Y con tu risa del pasado, a salvo en mi felicidad.

domingo, 16 de enero de 2011

53

La memoria es la posdata de los amores extraviados.

La falsa vida

Luminosa mañana de domingo en la que comienzo la lectura de Tarde o temprano (1958-2oo9), los poemas de José Emilio Pacheco que compré en una librería de Oviedo. Luego paseo matinal con mi hermano hasta El Parador, donde tomo café y hojeo la prensa. Ya de vuelta aún me acompañan los versos de La falsa vida: "Frágil perseguidor que eres tú mismo, / lo has obligado a ser, en guardia siempre, / el minucioso espejo que no olvida".

viernes, 14 de enero de 2011

La ilusión, de Georges Perec

Sueño
Ella está junto a mí
Me digo que estoy soñando
Pero la presión de su mano contra mi mano me parece
demasiado fuerte
Me despierto
Está sin lugar a dudas junto a mí
Loca felicidad
Enciendo
La luz brilla una centésima de segundo y después se
apaga
(una bombilla que estalla)
La abrazo

(me despierto: estoy solo)


Georges Perec, La cámara oscura, Editorial Impedimenta, 2o1o.

jueves, 13 de enero de 2011

La piel del día

1
Juegan los gatos
entre ramas caídas.
El sol ardiendo.


2
La luz me ciega
toda esta soledad.
Completa dicha.


3
Y sin embargo
me pregunto por ti.
Qué me dirías.


4
Vendrá el mundo
extático a tus pies
a postrernarse.


5
En la ventana
miro a mi alrededor.
Todo está lejos.


6
El paraíso:
la luna siempre llena,
y tú me miras.

miércoles, 12 de enero de 2011

Playa de Ereaga

(12:40, en el Alsa) Como ya apuntó alguien: “Lo que uno no sea capaz de ver en una esquina de la propia calle no lo verá en una de la Quinta Avenida”. Me dirijo a Gijón en una mañana luminosa, sin manto de nubes, y con el pensamiento en otra parte, en el Balmes o en el Belvedere de Mallorca, o quizá en Getxo. Trataré de buscar en la playa de San Lorenzo la fiesta del oleaje de la de Ereaga y su puerto viejo, que tanto te recuerda. Caminaré por la calle de los Moros y será como estar en casa, como regresar a la Gran Vía de Bilbao, feliz y nervioso. Iré a Mazarredo y luego me entretendré escribiendo anotaciones en Artea para el futuro que es hoy. “A lo largo del camino, paramos, seguimos, nos desviamos de la ruta, estamos aquí y allí”, dice Javier Rodríguez Marcos en su libro de andar y ver, Medio mundo. Y es que acaso lo mejor debiera ser no evitar demasiado la rutina. Por eso estoy aquí y allí, me digo. Y te veo en una esquina de la calle, casi inexplicable, o en la mesa de al lado, en el Café Central, con tus ojos que me tienden su azul cercano, mientras recuerdo (junto a Jenaro Talens) que todo es “soñar dentro del sueño / cuando ya el sueño ha terminado”.

martes, 11 de enero de 2011

52

Cualquier cosa es efímera menos la verdad.

Papel

Siempre la misma cantinela, tras meses de lecturas intensas y de escritura tengo que hacer limpieza y poner orden. Es algo kafkiano, tormentoso, guardar lo necesario, lo que quiero que no falte a mi lado o tirar a la basura. Papel desnudo que llega a diario desde hace una década y habla de ti, de un día, de un año, de toda la eternidad entera que viene sin venir y aprisiona mi hogar, mi vida, toda la comodidad de mi existencia; “Yo estuve en el paraíso. Fue una tarde contigo en la habitación 26 del Hotel Balmes junto a la brisa veraniega”, dice uno de ellos. Viejos o nuevos papeles, sílabas que apuntan con la impaciencia de un recuerdo junto a mi cuello, frases que me visitan para hablar del abrazo. Ceniza y humo en la farola apagada y rota de la noche.

lunes, 10 de enero de 2011

51

La dulzura es el más hermoso bolso de la mujer.

Sueño o jazmín

Por despertarme muchos sueños,
salgo a la calle,
sin interrogaciones,
con la huella provisional de ellos.
Y miro el paso de la gente,
extraviándome.
Porque cruzo las sábanas del día
de la mano de la nostalgia,
y mis pasos arrastran a los tuyos
que están cerca.
Solo saber que tú estuvieras
delataría una pasión,
el mar exacto de tus ojos
que siguen tan enamorados
como tú los dejaste.
Ahora
siento otra vez tu jazmín
con débiles designios
de la memoria de otro sueño.
Y, de pronto, soy alguien;
una sombra sin prisa;
abrazo tu olor relativo; existo.

50

Las sirenas son el deseo de cualquier marea.

domingo, 9 de enero de 2011

Cerca de ti

“Futuro: plagio del pasado”. Las calles me mantienen cerca de ti mientras sigo camino, y yo me escondo en un abrazo que me salva de las fronteras.

Un día en Oviedo

Libros en Cervantes, el humo fugitivo del café en La Corte, leo en la cafetería Di Roma de Los Prados. Lo mismo de siempre: la canción que esconden unos pasos, recuerdos vivos de Astillero o de Algorta que arden en mi pecho, la muchacha que vende flores como saldo en el Fontán, la risa de un niño que corre por el parque y por mi añoranza, el olor de tu sombra entre mis sienes, tu perfume que bebe los silencios de mi intimidad, un coche, un escaparate, una farola… Las primeras luces en los edificios comienzan a arañarme la espalda, y la noche sobre la capital del Principado y de mi corazón la tengo entre las manos. Para aprender, admitía Karl Kraus, un escritor debe vivir más que leer. Vida: es lo único que ha llenado mi escritura y la ha hechizado. Así tuve, con todo, otra manera de mirarme que nunca me ha abandonado. Y ahora viene a mí a cobro revertido de la nostalgia.


viernes, 7 de enero de 2011

49

Escribir es una forma de simular que alguien te escucha.

La sílaba

Yo quisiera una sílaba.
La más feroz y sosegada.
Una sílaba pública que cruce
el rastro de las calles
con un brillo encendido en los ojos
y sin frío. No sé cómo decir.
Una sílaba de un hermoso idioma
cuando la piel discute con el tedio.
Yo quisiera una sílaba:
aún me falta,
aunque sé que está junto a mí
y va conmigo.

jueves, 6 de enero de 2011

La sombra y la apariencia



Acabo de leer el poemario de Andrés Sánchez Robayna La sombra y la apariencia (Tusquets,2010), que tiene la unidad y la lengua precisa de sus libros anteriores. Sánchez Robayna es por su rigor y profundidad una de las voces más puras y destacadas de la lírica contemporánea española; dividido en siete partes nos ofrece poemas metafísicos, algunos meditativos y ciertas prosas. Este nuevo libro de Robayna (tras ocho años de su última obra) confirma mi gusto por el poeta y ensayista, por toda su obra original:


Madera de una silla rota
tirada, sin abrigo.
Fue fatiga y reposo,
fue convivir pacífico.

Te llevará a la orilla
arenosa de un mundo
abandonado. Mírala:
ama lo destruido.

48

Memoria: desván en el que vamos metiendo las dichas que nos interesan.

miércoles, 5 de enero de 2011

En resumidas cuentas

"Son las pequeñas cosas las que hacen que un hombre sea respetado y admirado" (Mark Twain).

Dentro y fuera

Me gusta bajar a la calle adormecida y pasear con serenidad y con cálidos vientos hasta "El Parador" donde tomar café. Cuando me quedo en casa, sentado en mi cuarto desierto, acabo demasiado seguro de mi soledad estridente. Escribo, escribo, escribo, marchando sin marchar, con los ojos clavados en un mar de aguas blancas. Aunque soy listo como Penélope: deshago por la noche lo que tejo durante el día. El gusto por "El Parador", de bajar a la lentitud del mundo, en cambio, me saca a la calle con mi hermano, veo la cara de la gente que anida en las aceras, el tesoro que alumbra en sus sonrisas, me da la luz del sol o la lluvia que está comunicando, saco fotos, y me enfrento de este modo a un mundo de palabras de humo, que saltan con sus aleteos, de aquí para allá, como secretos pájaros.

lunes, 3 de enero de 2011

Trayecto

(10:15 de la mañana) Tomo nota: en el tren de cercanías, un hombre extravagante, de unos cuarenta, relativamente alto, iba leyendo a mi lado un cómic cualquiera, mientras enfrente una niña de ojos azules, de unos doce o trece, devoraba como sedienta los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. Y en este hecho yo veo un cierto alivio, un pozo de  esperanza. Y me da por pensar que no todo está perdido. Luego, por casualidad, me encuentro unas palabras de Miguel Torga que podría haber firmado yo: "Soy un hombre de aire libre, y mi poesía no tiene nada que ver con autógrafos ni con el fondo de los cajones. Es un golpe de viento en lo alto de la serranía, a la que subo a ver si consigo oxigenar mi sangre y mi vida".

domingo, 2 de enero de 2011

Lluvia

La lluvia no deja de golpear implacable en los cristales de mi ventana, el llanto que anida en este nuevo año en que enero te nombra. “Hace falta ser lluvia, / caer en los tejados y en las calles”, decía García Montero. Salgo a la calle, y el viento clama y me susurra. Salto los charcos con el olor a tierra mojada, miro reflejado el rostro de quien seré. Vendrán tiempos mejores y la vida será un abrazo.

sábado, 1 de enero de 2011

Partir, de José Emilio Pacheco

Partir, extraño verbo con dos puntas hirientes,
lanzas que afilan la separación, la desesperada
tarea de desunir el desenlace.

Partir: deshacer un todo en partes iguales o desiguales.
Marcharse, irse, decir adiós, empezar de nuevo,
otra vez como náufrago,
como lombriz en pedazos.